¿Evidencias
en educación?
Francisco Imbernón. Universidad
de Barcelona y miembro de Por otra política educativa. Foro de Sevilla
https://eldiariodelaeducacion.com/porotrapoliticaeducativa/2023/02/13/evidencias-en-educacion/
Si
miramos en algún buscador de Internet, encontramos que la descripción de
evidencias educativas son resultados de investigaciones validados por la
comunidad científica que demuestran que una práctica educativa es eficaz. Las
evidencias educativas son imprescindibles para orientar y justificar la toma de
decisiones en educación. Y aquí, me empiezan a surgir dudas: ¿Qué comunidad
científica, la del Twitter, Facebook, WhatsApp, el profesorado, la universidad?
¿Resultados de investigaciones en todos los contextos a gran escala para
diseminar y replicar? ¿Qué significa una práctica educativa “eficaz”? ¿No será
una eficacia para obtener mejores resultados en las evaluaciones
internacionales? ¿Y qué tipo de investigaciones? Y, seguramente, me dejo muchas
más dudas.
Cuando
oigo hablar de evidencias “científicas” no puedo evitar pensar que la educación
es un buen negocio. Mueve, como mínimo, 4,1 billones de euros. Aquí encontramos
un motivo de la gran injerencia directa de las empresas, de las fundaciones privadas,
de los bancos, etc. Y si además se mezcla que en la educación hay una tendencia
a asumir modas y, cada vez, avanza más la tendencia neoliberal de fomentar un
discurso de emprendeduría, de calidad, de excelencia, del esfuerzo[1], del perennismo[2], ya tenemos un coctel perfecto
para hablar o vender evidencias.
Y el
concepto está de moda y parece progresista y hasta crítico, aunque aparece a
finales de los 90 en Londres con la
creación de la sociedad The Campbell Collaboration (https://www.campbellcollaboration.org/ ). Y pasamos de ir a buscar el éxito de todos y todas a
buscar evidencias que sirvan para toda la población. De experiencias a una
profesión basada en la investigación[3].
Lo dicen
algunos artículos, lo dicen conferenciantes, lo dicen gurús de la educación,
con la excusa de buscar la (o su) “verdad” y eso les da protagonismos y,
seguramente, ellos son (su) la comunidad científica y aplican sus reglas. Ya
que cuando lo pregonan explican lo que ellos hacen y deberían hacer otros, a
veces sin citar a quién lo dijo antes o reinterpretar lo que se dijo a su favor
y desde dónde lo dijo. Estoy de acuerdo con Trujillo cuando dice «educación
basada en evidencias», crece y se extiende tanto entre responsables políticos
como entre algunos profesionales, pero en muchos casos sin una reflexión serena
acerca cuál es el origen de esta expresión y hacia dónde nos lleva.[4]
Y ya se
nota en la Web la cantidad de empresas que quieren ganar público con Educación
Basada en Evidencias (EBE). Y toman, desde hace mucho tiempo, como referencia
la medicina y sus investigaciones, aspecto que no debería compararse con
educación ya que no tiene similitud, aunque se trabaje con seres humanos (pero ellos
tienen pacientes y en la educación no). Cierto que ellos son más protagonistas
activos de la creación y difusión de los avances médicos, más fáciles de
diseminar en otros contextos ya que las enfermedades son más internacionales.
Pero no funciona en la educación.
Entonces,
¿qué es una evidencia en educación? ¿Sinónimo de ciencia? En la educación no
todo es “ciencia” según los parámetros cuantitativos del método llamado
científico con procesos rígidos y, a veces, con cierta ceguera de no ver más
allá de los límites que se impone el que investiga. En educación se trabaja con
seres humanos y en contextos inciertos, por tanto, hay ambigüedad e
incertidumbre. No quiero decir con ello que todo lo que se hace está basado en
la experiencia o en la intuición, sino que en educación existe una acción
basada en la “evidencia experiencial y contextual”, muchas veces, no
contrastada “científicamente” pero que puede funcionar en un momento y lugar
determinado. Hay cosas que a uno le funcionan y no sabemos por qué.
Pero no podemos
quedarnos en una pedagogía basada en la evidencia individual, fortuita o en la intuición, sea de un profesorado o un
gurú que nos vende su “ciencia comprobada” que sale de su pensamiento mágico
espontáneamente, de su infusión divina educativa, sino hemos de ir más allá intentando
comprobar, indagar (seria la palabra más adecuada), qué sustenta esta evidencia,
el rigor imprescindible que hemos de tener en el compromiso de educar y qué argumentos defienden la puesta
en práctica de la experiencia en ese contexto y qué resultados se obtienen. Sin
olvidar que las experiencias educativas serán más válidas cuanto son más
colectivas y se den en el contexto educativo correspondiente, eso lo demuestra
las innovaciones que se produjeron durante el siglo XX.
Y como
decíamos anteriormente, la educación no es la medicina, y recetar medicinas
educativas para todos puede ser muy peligroso y también aparecen muchas
evidencias pseudocientíficas y pedagogías inútiles. Y si mejorar la educación
es tomar decisiones, ya sabemos que la investigación no es la única forma de la
toma de decisiones en la mejora de la educación. Introducirse, por ejemplo, en
el campo de la etnografía docente nos puede hacer vislumbrar prácticas que
pueden ser utilizadas como generalización naturalística[5] sin intención de generalizar
todo a todos o replicar en todos los contextos. Y utilizar otros medios de
acceso y difusión que no sean las llamadas revistas de impacto propiedad de
multinacionales que han pervertido al mundo universitario y sus investigaciones
buscando más la publicación que la aportación, más el mérito que la difusión. Hoy
día hay otros medios de comunicarse e intercambiar experiencias entre el
profesorado si queremos mejorar la teoría y la práctica educativa.
Todos
sabemos que muchas de las investigaciones educativas no son replicables en
todos los contextos. El profesorado, a diferencia de otras profesiones,
interviene muy poco en muchas de esas investigaciones académicas como no sea
como objeto de la investigación. Y ahí están los académicos con muchas
carencias de la práctica no universitaria asumiendo ese papel con su sesgo de
publicación donde técnicamente todo sale muy bien y lo importante es el rigor
metodológico. Y con publicaciones que nadie lee excepto los que valoran su
currículum. ¿Y dónde accede el profesorado a esas posibles evidencias?
Para
responder a esa pregunta no podemos decir que no hay investigaciones
sistemáticas (no narraciones académicas) de corte muchas veces empírico
analítico que nos aportan elementos importantes para tener en cuenta, sobre
todo de macro educación sobre aspectos del sistema educativo. Pero en educación
hay un cambio de paradigma cuando aparece la diversidad y el contexto, teniendo
en cuenta la experiencia y el juicio del profesorado, de la comunidad y del
alumnado. Y aquí la evidencia que pregonan algunos, topa con un muro a veces
infranqueable
La
práctica educativa es cambiante, política, inestable y muy subjetiva. Se toman
decisiones muy rápidas en circunstancias específicas y lleno de valores y moral
en un campo educativo complejo. Y, por tanto, la difusión de las practicas del
profesorado es lenta o no existe difusión quedándose con él o ella en su aula.
Y la práctica del profesorado muchas veces es una evidencia de lo que funciona,
da sentido y utilidad en su aula o en la institución educativa[6]. Se pierde sabiduría
educativa constantemente.
No niego
que se continúen haciendo grandes o académicas investigaciones sistemáticas y, sobre
todo, muchas más etnografías docentes sobre la práctica educativa y que no dudo
que nos dará componentes de mejora,
pero, sobre todo, intercambio de experiencias contextuales, redes de
innovación, la formación entre iguales,
la de difundir en foros del profesorado, realizar procesos colaborativos en
territorios, de hacer investigaciones acciones para la mejora del proceso
educativo en la formación y en la práctica, de publicar en revistas de acceso
docente que lleguen a las escuelas obviando la parafernalia académica de
impacto por las citas o auto citas, que ocasiona un bajo impacto en el campo de la práctica y alto en los méritos académicos. Más que una evidencia
científica que busca una educación eficaz como decía la definición, sería
encontrar, indagar, con los compañeros y la comunidad educativa del contexto,
lo que es más apropiado para el alumnado en esas circunstancias[7].
En
nuestro contexto educativo no tenemos una cultura basada en la evidencia “comprobada”
como pasa en el mundo anglosajón. Pero es cierto que no todo vale, de la falta
de criterio y debate o que cuesta mucho tiempo y recursos la comprobación en un
contexto determinado. Pero lo que es importante es desenmascarar a vendedores
de humo con ánimo de lucro o para conseguir prestigio o un trozo del sucoso
pastel educativo. No todo vale en educación.
Para acabar, dejo esta cita: Las evidencias en
educación no son exactamente lo mismo que las que se obtienen en las ciencias
naturales. El contexto siempre es variable, es difícil llevar a cabo
experimentos de control. Pero sí hay investigación educativa que ha llegado a
conclusiones inequívocas. La más famosa, por lo que yo conozco, es una sobre el
tiempo de espera cuando los profesores hacen preguntas a sus alumnos. Lo
habitual es que no esperen más de un segundo. Pero si esperan deliberadamente
hasta tres segundos, la calidad de las respuestas aumenta considerablemente.
Pienso que deberíamos seguir investigando lo que ocurre en clase. Sobre todo,
para profesionalizar la docencia. En cualquier profesión existen acuerdos sobre
qué funciona mejor, estrategias que se sabe son efectivas. Si los profesores no
poseen ese conocimiento compartido, ese lenguaje común, ¿qué los diferencia de
alguien de la calle?
Entrevista
a Jonathan Osborne catedrático emérito de Educación Científica en la Universidad
de Stanford (California) en Diario de la Educación del 6/10/2022
[1] Volver al cuadro de honor,
al orden de mérito y las medallas competitivas de recompensa por su esfuerzo y
aplicación. O sea, volver al pasado.
[2] Para ellos los principios básicos de la educación
son inmutables, universales y eternos. Defienden la educación tradicional y
piensan que lo nuevo despoja al ser humano de dignidad y lo empobrece. Se
enfrentan a los innovadores a los que consideran “extremistas irresponsables”.
[3] Concepto utilizado y muy difundido por Hargreaves,
D. H. (1996). Teaching
as a research-based profession: possibilities end prospects. The Teacher
Training Agency, Anual Lecture.
[4] https://fernandotrujillo.es/educacion-basada-en-evidencias-luces-y-sombras-de-un-reto-para-la-escuela-la-investigacion-y-la-politica-educativa/
[5] Stake, R.E, (2007). Investigación
con estudio de casos. Madrid: Morata. Cuarta edición.
[6] Biesa, G. (2007). Why “what works” won’t work: evidence-based practice
and the democratic deficit in educational research. ttps://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/j.1741-5446.2006.00241.x
[7] Sanderson, I. (2010). Is it ‘what works’ that matters? Evaluation and
evidence‐based policy‐making. Pág 331-345. https://doi.org/10.1080/0267152032000176846.
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