¿Pedagogías Inútiles en las redes?
Francisco Imbernón
El debate educativo, como otros muchos, se
ha convertido, desde la aparición de las redes, en un lugar en el que
cualquiera puede decir cualquier cosa sin necesidad de que sea una
opinión fundada, contrastada. Habría que establecer algunos criterios
para revertir esta situación.No podía evitar pensar que la educación es un importante asunto público en el que pasa lo mismo que analiza el libro. También en educación algunos intelectuales dan respuestas simplistas a problemas complejos y, a veces, se convierten en referencias del debate por su influencia en las redes sociales, los diarios de carácter general o el cargo político o social que ostentan.
Es cierto que todo el mundo tiene derecho a participar y dar su opinión, faltaría más. Pero algunos personajes y colectivos (por ejemplo, sindicados, fundaciones, asociaciones, partidos políticos…) lo tendrían que hacer con algo más de rigor sin tener en cuenta el número de seguidores en una red social o en artículos de divulgación en los diarios que los publican por ser quienes son o lo que representan. No todo es válido en educación y menos ciertas ocurrencias, prácticas inviables o intuiciones que pueden aparecer en algunos iluminados espontáneos.
Siempre he pensado que en educación una cuestión es la opinión, legítima e individualista, y otra, el trabajo colectivo pausado, donde existe un compromiso de desarrollo conjunto, con una cierta prudencia en la experiencia y el conocimiento que desarrolla, con argumentos y coherencia. Esta es el que se tendría que pregonar.
Ya sé que es difícil poner orden en el marasmo actual de información educativa, pero tendrían que establecerse ciertos compromisos colectivos sobre qué funciona y qué no con rigurosidad, investigación y experimentación. Y es verdad que ya empiezan a aparecer críticas a esta “opinionities”, pero no es suficiente.
Es una nueva época de información y conocimiento disperso y esto nos tendría que llevar a analizar de otra manera lo que se dice y se hace. Se tendría que analizar, con mucho cuidado, estas posibles pedagogías inútiles, no validadas, ni experimentadas y establecer más criterios de rigor y crítica colectiva. Y no dar privilegios ni oídos a aquellos que no conocen bastante de lo que hablan o emiten una intuición u opinión, a veces de carácter elemental, intencional, imposible y superficial.
- Sánchez-Cuenca, I. (2017). La desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la política. Madrid: Los libros de la catarata. Séptima edición ampliada.
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