dissabte, 2 de març del 2019


La cultura colaborativa en el profesorado. ¿Se tiene poca cultura colaborativa?
Francisco Imbernón. Instituto de Investigación en Educación. Universidad de Barcelona

Capítulo publicado en Lleixà,T y otros (2018). Educación 2018-2020.Retos tendencias y compromisos. Barcelona: IRE-UB. Pp57-61.


Es posible que sea cierto, que se carezca de una cultura colaborativa entre el profesorado y entre todos los agentes que intervienen en la educación. Pero se tiene que tener en cuenta que desarrollar una cultura colaborativa en las instituciones educativas quiere decir partir de las necesidades reales de la institución escolar en su contexto, y que la organización y gestión de la escuela contemple la participación de las personas. No se puede confundir la colaboración con procesos forzados, formalistas o adscribirse a modas que suelen ser más nominales y atractivas que procesos reales de colaboración. Colaborar significa participar de una manera consciente, implicando la ética, los valores y la ideología en sentido amplio que nos permita comprender a los otros, analizar sus posicionamientos, aplicar una tolerancia profesional hacia los demás, y sus visiones y llegar a acuerdos. Como dice Hergreaves (1996: 178) “La  colaboración  supone  una  apuesta  por  un  nuevo  modo  de  interpretar  las  relaciones  entre escuela  y  sociedad,  la organización  educativa  en  su  conjunto,  las  prácticas  curriculares  de enseñanza y aprendizaje y las relaciones institucionales”. También es fundamental que esta colaboración suponga una mejora profesional inteligible en el profesorado y en el centro y que esté suficientemente explicitada y resulte comprensible. Y esto, a veces, no se ve.
La no participación y la no implicación son, sin ningún tipo duda, obstáculos difícilmente superables para llevar a cabo una innovación educativa de forma conjunta, lo que venimos a denominar una innovación institucional. Comporta un papel más activo del profesorado en el proceso educativo. La colaboración educativa tendría que comportar la creación de un sistema de comunicación mediante el cual se llegue a las personas implicadas, porque estas puedan corresponsabilizarse efectivamente del proceso educativo y también en la dirección, coordinación y toma de decisiones de la institución educativa. Y para conseguir este grado de colaboración resultará fundamental suministrar a los implicados los medios para hacerlo.
La ventaja que supone para el profesional en ejercicio trabajar en colaboración radica en compartir su experiencia y la experiencia de otros, que le permite desarrollar un papel constructivo y creativo en el proceso educativo en que está comprometido conjuntamente con sus colegas (Barkley, E. F., et al., 2007).
Pero no tenemos que confundir tampoco el aislamiento o sea el individualismo con la individualidad o la individualización, puesto que la individualidad es la capacidad para ejercitar el juicio discrecional e independiente del profesorado y la individualización presupone al individuo como diferente, actor, diseñador, y creador de su propia biografía, identidad, redes sociales, compromisos y convicciones. La individualidad y la individualización pueden ser buenas, puesto que el profesorado necesita momentos para repensar su proyecto de vida profesional, personal e institucional. Puede ser bueno realizar prácticas individuales y esto puede comportar un cierto aislamiento. Toda práctica profesional y personal necesita, en algún momento, una situación de análisis y reflexión que tendría que (o puede) realizarse en soledad. El que es contrario a la colaboración es la cultura del individualismo o del aislamiento sistemático.
Colaborar quiere decir tener un clima en la institución educativa que ponga el profesorado en situaciones de identificación, de participación, de aceptar críticas, de discrepancia, suscitando la inventiva y la comunicación. La capacidad de respetar la diferencia de los demás y de elaborar itinerarios educativos diferenciados con herramientas con un carácter abierto y generador de dinamismo y situaciones diversas.
Pero también es cierto que el trabajo colaborativo entre todos los que intervienen en el proceso educativo no es fácil. Es una forma de entender la educación, una ideología,  que busca propiciar espacios en los cuales se dé el desarrollo de habilidades individuales y grupales, de intercambio y diálogo, a partir del análisis y la discusión entre todos para explorar nuevos procesos, para conocer, compartir y ampliar nuevos objetivos de la enseñanza y poner al alcance la información y la experiencia que cada uno. Cada miembro del grupo es responsable tanto de su aprendizaje como del de los restantes del grupo. No hay colaboración si el profesorado no comparte la interacción, el intercambio de ideas y sus conocimientos entre los miembros del grupo.
Esto supone un proceso de provocar una reflexión basada en la participación (aportación personal, no rigidez, motivación, metas comunes, normas claras, coordinación, autoevaluación) y mediante intercambio, debates, lecturas, trabajo en grupo, incidentes críticos, situaciones problemáticas, etc.). Y exige un planteamiento crítico y no domesticado de la función del profesorado, un análisis de la práctica profesional desde la perspectiva de los supuestos ideológicos y actitudinales que están en su base. Quiere decir aprender mediante la reflexión y la resolución de situaciones problemáticas de la práctica. Partir de las prácticas y de las representaciones del profesorado con un diálogo profesional y de interacción social compartido: compartir problemas, fracasos y éxitos. Crear un clima de escucha activa y de comunicación.
En fin, trabajar de forma colaborativa, dialógica y participativa quiere decir analizar, probar, evaluar, modificar colectivamente. Elaborar proyectos de trabajo conjunto. Propiciar un aprendizaje de la colegialidad participativa y no una colegialidad artificial (la colegialidad artificial viene a menudo provocada por la obligación externa de realizar ciertos trabajos que demandan un proyecto colectivo pero sin el necesario proceso real de colaboración ni basado en necesidades reales). En la colaboración se necesita responsabilidad compartida, el compromiso,  la  disposición  a  compartir  la tarea compleja de la institución educativa, involucrando siempre la capacidad crítica y de revisión constante.
Y sobre todo, plantearse colectivamente lo que se hace y por qué se hace como un potente procedimiento para la colaboración gracias la acción cooperativa que implica y al trabajo en equipo, mediante el cual el profesorado orienta, corrige y evalúa las situaciones problemáticas reales y toma decisiones para mejorar, analizar o cuestionar la práctica social y educativa (Monereo et al., 2002). El profesorado crece y se desarrolla cuando adquiere un mayor conocimiento de la compleja situación en la cual su enseñanza se produce. Por eso, ha de unir en una amalgama, teoría y práctica, experiencia y reflexión, acción y pensamiento, tanto para su desarrollo personal como profesional. Colaborar quiere decir compartir con otras dudas, contradicciones, problemas, éxitos, fracasos, etc. Hablar de todo. Son elementos importantes en el desarrollo personal, institucional y profesional del profesorado.
Y observar los compañeros de forma colaborativa: la observación de la práctica docente. La observación de la práctica docente es una estrategia importante para la mejora de la docencia. Tanto la autoobservación como la heteroobservación son técnicas que se han utilizado frecuentemente para mejorar las habilidades con las que se realizan determinadas tareas.
Los orígenes de la observación docente los podemos situar en las experiencias denominadas microenseñanza (microteaching), aunque estas experiencias tienen un origen conductista y actualmente la observación docente tiene una perspectiva más cognitiva y formativa. Como modelo de formación, lo podemos situar en un modelo de observación-evaluación donde se analiza una sesión de formación con la intención de que el profesorado observado mejore sus procesos de enseñanza-aprendizaje. Nunca como proceso de evaluación.
El principio básico de la observación docente es el de recoger observaciones y apreciaciones de una situación (o de algún aspecto de ésta) desde una variedad de perspectivas y después compararlas y contrastarlas. En la formación, un profesor o profesora puede comparar y contrastar apreciaciones de actos pedagógicos en la clase desde el punto de vista de uno mismo, del alumnado y de un observador/a u observadores.
Esta práctica no es usual entre nosotros, pero hay países que la desarrollan hace años como por ejemplo la lesson-study o estudio de la lección o lecciones de origen japonés donde el profesorado conjuntamente analizando un tema, lo planifican, lo enseñan, lo observan y reflexionan críticamente sobre su mejora. Es una práctica colaborativa centrada en el diseño de un proceso de enseñanza.

Referencias bibliográficas

Barkley, E. F., Cross, K. P., & Major, C. H. (2007). Técnicas de aprendizaje colaborativo: manual para el profesorado universitario. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia : Ediciones Morata.
Hargreaves, A. (1996).  Profesorado, cultura y postmodernidad. Cambian los tiempos, cambian los profesores. Madrid: Morata.
Monereo i Font, C., Duran, David. (2002). Entramados: métodos de aprendizaje cooperativo y colaborativo. Barcelona: Edebé.


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