La cultura colaborativa en el profesorado. ¿Se tiene poca
cultura colaborativa?
Francisco Imbernón.
Instituto de Investigación en Educación. Universidad de Barcelona
Capítulo publicado en
Lleixà,T y otros (2018). Educación
2018-2020.Retos tendencias y compromisos. Barcelona: IRE-UB. Pp57-61.
Es posible que sea
cierto, que se carezca de una cultura colaborativa entre el profesorado y entre
todos los agentes que intervienen en la educación. Pero se tiene que tener en
cuenta que desarrollar una cultura colaborativa en las instituciones educativas
quiere decir partir de las necesidades reales de la institución escolar en su
contexto, y que la organización y gestión de la escuela contemple la
participación de las personas. No se puede confundir la colaboración con
procesos forzados, formalistas o adscribirse a modas que suelen ser más
nominales y atractivas que procesos reales de colaboración. Colaborar significa
participar de una manera consciente, implicando la ética, los valores y la
ideología en sentido amplio que nos permita comprender a los otros, analizar
sus posicionamientos, aplicar una tolerancia profesional hacia los demás, y sus
visiones y llegar a acuerdos. Como dice Hergreaves (1996: 178) “La colaboración
supone una apuesta
por un nuevo
modo de interpretar
las relaciones entre escuela
y sociedad, la organización educativa
en su conjunto,
las prácticas curriculares
de enseñanza y aprendizaje y las relaciones institucionales”. También es
fundamental que esta colaboración suponga una mejora profesional inteligible en
el profesorado y en el centro y que esté suficientemente explicitada y resulte
comprensible. Y esto, a veces, no se ve.
La no participación y
la no implicación son, sin ningún tipo duda, obstáculos difícilmente superables
para llevar a cabo una innovación educativa de forma conjunta, lo que venimos a
denominar una innovación institucional. Comporta un papel más activo del
profesorado en el proceso educativo. La colaboración educativa tendría que
comportar la creación de un sistema de comunicación mediante el cual se llegue
a las personas implicadas, porque estas puedan corresponsabilizarse
efectivamente del proceso educativo y también en la dirección, coordinación y
toma de decisiones de la institución educativa. Y para conseguir este grado de colaboración
resultará fundamental suministrar a los implicados los medios para hacerlo.
La ventaja que supone
para el profesional en ejercicio trabajar en colaboración radica en compartir su
experiencia y la experiencia de otros, que le permite desarrollar un papel
constructivo y creativo en el proceso educativo en que está comprometido
conjuntamente con sus colegas (Barkley, E. F., et al., 2007).
Pero no tenemos que
confundir tampoco el aislamiento o sea el individualismo con la individualidad
o la individualización, puesto que la individualidad es la capacidad para ejercitar
el juicio discrecional e independiente del profesorado y la individualización
presupone al individuo como diferente, actor, diseñador, y creador de su propia
biografía, identidad, redes sociales, compromisos y convicciones. La
individualidad y la individualización pueden ser buenas, puesto que el
profesorado necesita momentos para repensar su proyecto de vida profesional,
personal e institucional. Puede ser bueno realizar prácticas individuales y
esto puede comportar un cierto aislamiento. Toda práctica profesional y
personal necesita, en algún momento, una situación de análisis y reflexión que
tendría que (o puede) realizarse en soledad. El que es contrario a la
colaboración es la cultura del individualismo o del aislamiento sistemático.
Colaborar quiere
decir tener un clima en la institución educativa que ponga el profesorado en
situaciones de identificación, de participación, de aceptar críticas, de
discrepancia, suscitando la inventiva y la comunicación. La capacidad de respetar
la diferencia de los demás y de elaborar itinerarios educativos diferenciados
con herramientas con un carácter abierto y generador de dinamismo y situaciones
diversas.
Pero también es
cierto que el trabajo colaborativo entre todos los que intervienen en el proceso
educativo no es fácil. Es una forma de entender la educación, una ideología, que busca propiciar espacios en los cuales se
dé el desarrollo de habilidades individuales y grupales, de intercambio y
diálogo, a partir del análisis y la discusión entre todos para explorar nuevos
procesos, para conocer, compartir y ampliar nuevos objetivos de la enseñanza y
poner al alcance la información y la experiencia que cada uno. Cada miembro del
grupo es responsable tanto de su aprendizaje como del de los restantes del
grupo. No hay colaboración si el profesorado no comparte la interacción, el
intercambio de ideas y sus conocimientos entre los miembros del grupo.
Esto supone un
proceso de provocar una reflexión basada en la participación (aportación
personal, no rigidez, motivación, metas comunes, normas claras, coordinación,
autoevaluación) y mediante intercambio, debates, lecturas, trabajo en grupo,
incidentes críticos, situaciones problemáticas, etc.). Y exige un planteamiento
crítico y no domesticado de la función del profesorado, un análisis de la
práctica profesional desde la perspectiva de los supuestos ideológicos y
actitudinales que están en su base. Quiere decir aprender mediante la reflexión
y la resolución de situaciones problemáticas de la práctica. Partir de las
prácticas y de las representaciones del profesorado con un diálogo profesional
y de interacción social compartido: compartir problemas, fracasos y éxitos.
Crear un clima de escucha activa y de comunicación.
En fin, trabajar de
forma colaborativa, dialógica y participativa quiere decir analizar, probar,
evaluar, modificar colectivamente. Elaborar proyectos de trabajo conjunto. Propiciar
un aprendizaje de la colegialidad participativa y no una colegialidad
artificial (la colegialidad artificial viene a menudo provocada por la obligación
externa de realizar ciertos trabajos que demandan un proyecto colectivo pero
sin el necesario proceso real de colaboración ni basado en necesidades reales).
En la colaboración se necesita responsabilidad compartida, el compromiso, la
disposición a compartir
la tarea compleja de la institución educativa, involucrando siempre la
capacidad crítica y de revisión constante.
Y sobre todo, plantearse
colectivamente lo que se hace y por qué se hace como un potente procedimiento
para la colaboración gracias la acción cooperativa que implica y al trabajo en
equipo, mediante el cual el profesorado orienta, corrige y evalúa las
situaciones problemáticas reales y toma decisiones para mejorar, analizar o
cuestionar la práctica social y educativa (Monereo et al., 2002). El
profesorado crece y se desarrolla cuando adquiere un mayor conocimiento de la
compleja situación en la cual su enseñanza se produce. Por eso, ha de unir en
una amalgama, teoría y práctica, experiencia y reflexión, acción y pensamiento,
tanto para su desarrollo personal como profesional. Colaborar quiere decir
compartir con otras dudas, contradicciones, problemas, éxitos, fracasos, etc.
Hablar de todo. Son elementos importantes en el desarrollo personal,
institucional y profesional del profesorado.
Y observar los
compañeros de forma colaborativa: la observación de la práctica docente. La
observación de la práctica docente es una estrategia importante para la mejora
de la docencia. Tanto la autoobservación como la heteroobservación son técnicas
que se han utilizado frecuentemente para mejorar las habilidades con las que se
realizan determinadas tareas.
Los orígenes de la
observación docente los podemos situar en las experiencias denominadas
microenseñanza (microteaching), aunque estas experiencias tienen un origen
conductista y actualmente la observación docente tiene una perspectiva más
cognitiva y formativa. Como modelo de formación, lo podemos situar en un modelo
de observación-evaluación donde se analiza una sesión de formación con la
intención de que el profesorado observado mejore sus procesos de
enseñanza-aprendizaje. Nunca como proceso de evaluación.
El principio básico
de la observación docente es el de recoger observaciones y apreciaciones de una
situación (o de algún aspecto de ésta) desde una variedad de perspectivas y
después compararlas y contrastarlas. En la formación, un profesor o profesora
puede comparar y contrastar apreciaciones de actos pedagógicos en la clase
desde el punto de vista de uno mismo, del alumnado y de un observador/a u
observadores.
Esta práctica no es
usual entre nosotros, pero hay países que la desarrollan hace años como por
ejemplo la lesson-study o estudio de
la lección o lecciones de origen japonés donde el profesorado conjuntamente
analizando un tema, lo planifican, lo enseñan, lo observan y reflexionan
críticamente sobre su mejora. Es una práctica colaborativa centrada en el
diseño de un proceso de enseñanza.
Referencias bibliográficas
Barkley, E.
F., Cross, K. P., & Major, C. H. (2007). Técnicas de aprendizaje colaborativo: manual para el profesorado
universitario. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia : Ediciones
Morata.
Hargreaves, A. (1996). Profesorado,
cultura y postmodernidad. Cambian los tiempos, cambian los profesores.
Madrid: Morata.
Monereo i Font, C.,
Duran, David. (2002). Entramados: métodos
de aprendizaje cooperativo y colaborativo. Barcelona: Edebé.
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