La profesionalización y la formación del profesorado como herramienta imprescindible para el cambio educativo
Creo que es necesario al empezar en aclararse con la terminología
sobre los diferentes termas aplicados a la profesión docente. En primer
lugar, diferenciamos entre el concepto profesión como una actividad
laboral especializada dentro de la sociedad, el de profesionalidad
(también a veces aparece olmo a profesionalismo) como ejercicio de la
profesión de forma adecuada y según la deontología profesional y
profesionalización como el proceso de adquisición de las características
y capacidades específicas profesionales que se necesitan para ejercer
la profesión. Consideramos que ser un profesional implica dominar una
serie de capacidades y habilidades especializadas que nos hacen ser
competentes en un trabajo determinado y que, además, unen a un grupo
profesional. Adquirir una profesionalización se realizar un proceso
socializador para adquirir estas competencias.
Pero analizar la profesionalización a la docencia implica una
necesaria referencia a la organización del trabajo del profesorado
dentro del sistema educativo y la dinámica laboral de la educación, con
todo el que esto supone. La profesionalización está condicionada por
esta dinámica laboral y su mejora comportará un cambio de esa dinámica
laboral.
Si nos referimos al docente como profesional que realiza una
actividad laboral será sinónimo de profesorado trabajador (hoy en día
podríamos decir también trabajador del conocimiento por la tarea que
ejercita). Un profesional que trabaja en una actividad de carácter
público (no confundir una actividad con el puesto de trabajo que puede
ser en varias tipologías institucionales o empresariales) que, educa a
los otros, emite juicios y que toma decisiones muy importantes en
circunstancias educativas, sociales, políticas y económicas. Un
profesional que se enmarca en un contexto social, laboral y educativo
que lo condiciona y que necesariamente requiere una formación específica
en varias capacidades y una situación laboral que lo permita realizar
bien el trabajo.
Tratar el tema de la profesionalización del profesorado nos tiene que
traer a analizar cuál es el concepto de profesión que predomina en la
sociedad actual: qué principios son derivados del entorno
socioeconómico, de las creencias y valores y de las disciplinas
científicas, así como del modelo profesional y de formación y de las
funciones específicas del profesorado que han cambiado mucho en los
últimos tiempos teniendo la necesidad de nuevas competencias
instrumentales, pero, sobre todo, nuevas competencias sociales y
comunicativas . Vendríamos a decir que la profesionalización desarrolla
competencias profesionales y, por lo tanto, ayuda a crear una
determinada identidad profesional.
Pero también encontramos trabas en el desarrollo profesional docente.
Aunque las condiciones laborales no sean tan malas como hace años, ser
profesor o profesora es una tarea ingente si se realiza con un mínimo de
profesionalidad y muchas veces no reconocida. Existe el que podríamos
denominar una perspectiva negacionista sobre todo en los medios que
perjudica su imagen social. Difícilmente los medios hablarán bien de los
docentes; cuando surge la noticia, casi siempre es negativa. Tampoco
beneficia que hacer de profesor o profesora es a menudo una tarea que se
construye de una manera muy individual y silenciosa a las aulas, y esto
a veces no beneficia al colectivo . Quizás por su relevancia social
están en el punto de mira de los otros, pero únicamente cuando a estos
otros los interesa centrarse en ellos y ellas por algún motivo, en muy
pocas ocasiones por la actividad educativa en sí sino por algún fenómeno
que comporta noticia periodística. Esta información negativa comporta
un sentimiento de desamparo social de la profesión, un bajo autoconcepto
identitario, una percepción de bajo prestigio social, una incomprensión
sobre la tarea del profesorado y esto repercute en su percepción de la
profesionalización tanto individual como colectiva.
Y la mejora de la profesionalización docente ayuda al profesorado a
construir y reconstruir el desarrollo de la infancia y la juventud para
que lleguen al máximo de sus capacidades y puedan vivir mejor. Y muchos
lo hacen con la ilusión que las nuevas generaciones que ocupan las aulas
puedan construir un mundo mejor. Esta es la verdadera finalidad de la
educación: no tanto reproducir el que se ha hecho, aunque sea necesario
conocerlo, como sobre todo avanzarse al futuro. Para lo cual hay que
partir del momento presente, edificado con los planos del pasado,
partiendo de él, y cambiando todo aquello que no ha sido útil para un
mejor desarrollo de la humanidad. ¿Y cómo se va construyendo esta
profesionalización?
Podríamos decir que profesionalización es sinónimo de desarrollo
profesional. Es cierto que es más de uso cotidiano y actual el término
desarrollo profesional (posiblemente por la influencia anglosajona)
puesto que incluye la trayectoria laboral del profesorado a lo largo de
su vida profesional. Lo podemos considerar, desde mi punto de vista como
sinónimos.
Un debate contemporáneo y una reflexión profunda sobre la
profesionalización docente y su desarrollo profesional a lo largo de la
vida comporta implicaciones políticas y se tiene que hacer teniendo en
cuenta el papel del profesorado, y de toda profesión educativa, en el
nuevo contexto social y cultural actual; en las nuevas competencias
científicas y pedagógicas que se requieren en la profesión en esta
sociedad llamada «postindustrial» o «del conocimiento»; en el análisis
de las etapas formativas, inicial o permanente que puede tener, y el
mejoramiento de las condiciones laborales y de clima a las escuelas y a
los institutos. Y esto necesita una nueva manera de analizar como se
adquieren estas competencias profesionales necesarias en los tiempos
actuales. ¿Y qué tendríamos que ser y como adquirirlas?
Desde mi punto de vista, creo que hoy en día es necesario hacer una
reflexión y un análisis sobre aspectos globales de la profesión docente
que nos permitan tener una visión de conjunta del tema. Una reflexión
global que estuviera por encima de los aspectos más técnicos de la
profesión y que, a la vez, nos dieran elementos de mejora para
introducir en las políticas y las prácticas de una nueva
profesionalización del profesorado.
Y sin obviar el análisis de las políticas, de los currícula y de la
organización de las etapas educativas con objeto de deducir las
estrategias adecuadas en las competencias necesarias del profesorado que
permita revisar las funciones profesionales del profesorado y las
nuevas tareas que habrá que asumir dentro y fuera de la institución
educativa.
Y también se tiene que tener en cuenta la situación laboral y la
carrera docente del profesorado desde el punto de vista individual y
colectivo, para ver cuáles son las mejoras que habrá que introducir para
ejercer la profesión (acceso en el trabajo, relaciones laborales,
retribución, evaluación del desempeño, etc.). Una profesión sin carrera
se una profesión abocada a la desmotivación profesional.
Todo esto nos permitiría concretar funciones, competencias y proceso
de profesionalización para dar respuesta, no de forma tradicional y
reproductora, sino de forma alternativa y de prospectiva de futuro a la práctica profesional, a las necesidades del profesorado, al alumnado y la
sociedad.
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