Preocuparse por el trayecto hacia el futuro de la educación: la peligrosa venida de la “dictacracia”
Nos tenemos que preocupar y mirar más allá
de nuestros límites para ir construyendo alternativas de cómo tiene que
ser una educación libre y compartida basada en la democracia.
Publicado en Diario de la Educación 12/11/2018
Ya sabemos que vivimos tiempos convulsos. O siempre hemos
tenido, más o menos, estos tiempos; el problema no es acostumbrarse a
vivir en estas circunstancias sino que pueden empeorar para la
educación. No me gusta prever un futuro que es posible que no exista más
que en nuestra imaginación. Cuando este llega, ya es presente. Pero sí
es importante ir pensando los trayectos que nos llevan hacia adelante y,
por eso, nos tenemos que empezar a preocupar por el avance de políticas
educativas regresivas, de corte neofascista o neoconservadores. De
países que empiezan a tener gobiernos de “dictacracia”, defensores de
aspectos tan temidos como la tortura, la xenofobia, el racismo y
homofobia. Y, por supuesto, antidemocráticos. Si ganan su batalla de
matar lentamente la democracia con una cruzada moralizadora basada en la
orden, en la fe y en la disciplina, repercutirá mucho en las políticas
sociales y educativas. Un retorno peligroso al pasado que puede desviar
ese trayecto hacia el futuro, que será presente un día, repercutiendo en
mucha gente, sobre todo, a los más desvalidos.
Ya hace tiempo que se acerca esta retórica sobre una modernización
que esconde ideologías muy conservadoras y que aglutina a sectores
escorados hacia la extrema derecha, como el populismo autoritario y los
viejos principios de los conservadores y neoliberales (que tienen el
prefijo “neo” aunque es la misma ideología de siempre). Y, también, una
población que escucha su retórica, asustada por la realidad actual,
aplicando una “performatividad negativa”i que cae en el catastrofismo de
las palabras y se deja engañar por el discurso de la política del
miedo. Appel ya lo dijo respecto de EEUU:
Aunque en esta alianza existen claras tensiones y conflictos, su
objetivo común es crear las condiciones educativas que consideran
necesarias para aumentar la competitividad, las ganancias y la
disciplina, y así hacemos volver a un pasado romántico basado en una
imagen idealizada de la escuela, la familia y el hogar. Apple, M.W.
(202). Educar “como Dios manda”: mercados, niveles, religión y
desigualdad. Barcelona: Paidós.
Y no podemos pensar que esto pasa sólo en países tan
lejanos como EEUU, Brasil… aunque sean muy potentes y con mucha
influencia. Si empezamos a mirar a nuestro entorno, podemos ver cómo
crecen estas actitudes neofascistas que pensábamos que estaban
derrotadas por la democracia: Hungría, Holanda, Finlandia, Austria y
muchos parlamentarios en países europeos y nuevos partidos neofascistas.
Y no pensemos que nos puede salvar la retórica de la innovación
educativa. Si no miramos más allá de nuestras fronteras, si no evitamos
la ceguera del conocimiento que decía Morin, entonces no veremos que,
poco a poco, se aboca a la educación a una mercantilización y a un
mercado competitivo (que alguna aplicación de innovación educativa tiene
este efectos colaterales) en el que la educación es un gran negocio.
Hace tiempo que algunos de estos movimientos “neo” defienden una
cultura común con un desprecio de la diversidad, la vuelta a una
disciplina férrea que dé valores sociales -los suyos-, la defensa de las
pruebas estandarizadas y la recentralización con un ejecutivo fuerte
gobernado por sus partidos dogmáticos, que entre otras cosas utilizan el
retrovisor de la historia. ¿Nos suena?
La educación del siglo XXI va ligada al conocimiento y a
la libertad. Se ha luchado mucho desde el siglo XIX. Y no podemos
permitir que aumente el desprecio por muchas cosas pero, sobre todo, por
el pensamiento democrático y libre. Si en lugar de preocuparnos por
tantas propuestas de innovación basadas en la pasión metodológica,
algunas pseudocientíficas, pero con gran marketing y acogida por algunos
sectores privados, y no nos preocupamos, como reto ético y político, de
discutir, analizar y consensuar qué es una educación progresista,
democrática, solidaria y libre, nos podemos encontrar estas tendencias
“neo” y un acercamiento a las “dictacracias”.
Esto será un peligro en muchos países y, de rebote, en nuestros
contextos, donde ya están llegando. Aprovechan nuestra debilidad,
desunión, desmovilización y la preocupación por otras cosas. Nos tenemos
que preocupar y mirar más allá de nuestros límites para ir construyendo
alternativas, establecer compromisos sobre el trayecto que podemos
hacer hacia el futuro, como ser libres de miedo y hacer resistencia, con
rigor, de lo que sabemos, de cómo tiene que ser una educación libre y
compartida basada en la democracia.
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