Saberes relevantes y
curriculum para la sociedad actual
Documento elaborado
por la comisión de curriculum del Foro de Sevilla:
Participantes
(por orden alfabético): Jordi Adell Segura, Carmen Alba Pastor, Juan Manuel Álvarez Méndez, Nieves Blanco García, Jaume Carbonell Sebarroja, Javier Marrero Acosta, Jaume Martínez Bonafé, Juan
Bautista Martínez Rodríguez, Juan José Reina, Martín Rodríguez
Rojo, Luis
Torrrego Egido, Jurjo Torres Santomé, Juana M. Sancho Gil, .
Nadie
duda de la importancia del currículum para que el alumnado adquiera aquellos
saberes, habilidades y valores básicos que le permitan el acceso a la cultura
básica en el marco de su desarrollo integral como persona y de la sociedad de
la información y del conocimiento. Sin embargo, las políticas educativas y las
reformas soslayan o pasan de puntillas sobre estas cuestiones; y la centralidad de los contenidos sigue
regulada en buena medida por la poderosa industria del libro de texto, sea en
formato papel o digital, ignorando otras fuentes de información.
¿Por
qué los contenidos son los que son? ¿Con qué criterios se establecen a qué
intereses manifiestos u ocultos responden? ¿Qué consecuencias tienen para la
igualdad de oportunidades y para el logro del éxito de todo el alumnado? ¿Cómo
se evalúan y qué relación tienen con el aprendizaje real? Y, naturalmente, cabe
preguntarse de qué modo pueden introducirse otros contenidos alternativos al
conocimiento oficial. El debate acerca de los contenidos, el modo de
abordarlos, seleccionarlos, elaborarlos didácticamente, clasificarlos u
ordenarlos, de enseñarlos y de evaluarlos es fundamental para situar el
análisis y la crítica y las propuestas que han de desarrollarse. Centrarse en
los contenidos es situarse en la médula de la educación.
Diagnóstico: influencias y condicionantes del currículo oficial
1. La imposición de
un currículo más academicista y tradicional mediante un control ideológico más
rígido y burocrático. La LOMCE
representa un retroceso hacia las posiciones de corte más neoconservador pero,
al propio tiempo, se introducen elementos emblemáticos del discurso neoliberal
que trata de moldear las mentes infantiles y adultas mediante la persuasión y
sumisión al nuevo mantra de la excelencia, la competitividad, la emprenduria y la
mercancía como valor de cambio. La organización curricular dominante está
sobrecargada de contenidos uniformes y descontextualizados, que excluyen otras
visiones más complejas y heterogéneas. “El currículo enciclopédico
-fragmentado, comprimido y abstracto, de kilómetro de extensión y milímetros de
profundidad- no puede ser considerada una base aceptable porque ha demostrado
su incapacidad para formar el pensamiento aplicado, crítico y creativo de los
aprendices”. (Pérez Gómez, 2014). Los listados de contendidos “mínimos” se
alternan con un atiborrado compendio de competencias, una nueva versión
tecnocrática de la pedagogía por objetivos. El fuerte control burocrático que
se ejerce al determinar los contenidos de manera muy específica, deja poco margen para la necesaria autonomía de
los centros y del profesorado.
2. La impronta de la
jerarquía eclesiástica y del mundo financiero-empresarial. Estos dos poderes
fácticos imponen sus recetas neoconservadoras y neoliberales. En el primer caso
es bien conocida la argumentación oficial de no mantener materias “socialmente
controvertidas” como la Educación para la Ciudadanía, cuyos contenidos recogen
los Derechos Humanos, los valores democráticos y la ética laica, y que reflejan la evolución social de las diversas
instituciones y de las relaciones humanas cotidianas. Una ley -ésta u otra
cualquiera-, que encubre los conflictos que afectan a la concepción de la
cultura escolar, que hace de la Religión una cultura más y que relega a la
Educación para la Ciudadanía a la categoría de un difuso tema transversal,
muestra hasta qué punto se está lejos de asumir los principios básicos del
pensamiento pedagógico actual mínimamente libre, crítico y plural.
El pensamiento
neoconservador se funde con el neoliberalismo al relegar la formación para la
ciudadanía y sustituirla por la educación financiera y empresarial, rompiéndose
el equilibrio de las finalidades de la educación a favor de la eficiencia
económica y la rentabilidad, propiciado por la globalización de los
mercados. El modelo idealista del nuevo
alumnado es el del emprendedor que sueña con la creación de una empresa. Así,
el proyecto educativo pierde su autonomía y su carácter multidimensional, y se
pone al servicio de la economía y del mercado, con todos los valores que ello
supone.
3. La división social
del trabajo o cuando una educación dirigida estrictamente “para el trabajo” no
es educación. Los itinerarios del currículo al final de la Enseñanza Secundaria
Obligatoria (el académico y el aplicado) se caracterizan por ser diferentes
porque son desiguales. Sus contenidos no son equivalentes. La distinción
aplicado versus académico suele corresponderse con otras distinciones: la
formación más corta en el terreno aplicado, en lo manual, por un lado, con
salida temprana al mundo del trabajo poco cualificado, y por otro lado está “lo
intelectual”. Lo aplicado, la práctica, lleva implícita la presunción de que es
de menor importancia y menor prestigio, mientras que lo teórico, lo
especulativo, lo académico es más valorado. Esta separación trasciende en
muchos casos a la desigual valoración de los desempeños laborales. De lejos nos
llega -con Aristóteles- la frontera que se establece entre quienes son libres y
disponen de tiempo de ocio (otium) que
les permite poder desarrollar el pensamiento (la theoria), mientras que al
esclavo lo que le compete es el mundo del trabajo.
4. Una jerarquización
del saber que cada vez tiene menos sentido. Aún hoy prevalece una concepción
tradicional muy encorsetada, producto de la división social del trabajo y de la
hegemonía cartesiana de lo racional y de la exclusión de otros componentes que
tienen que ver con las emociones, los sentimientos y la creatividad: con los
componentes de las diversas inteligencias, ignorando la aportaciones de la
neurociencia y de otras disciplinas científicas respecto al desarrollo
interconectado e integral de los seres humanos. Así, la cultura académica jerarquiza
los campos del saber: primero el lenguaje y las matemáticas, luego las ciencias
naturales, a continuación las ciencias sociales y las humanidades y, por
último, las artes. Una jerarquización y disociación disciplinar que no tiene
ningún sentido en la era digital. Esta división ha estado presente en todos los
movimientos anglosajones del back to basics, donde se reproducía este esquema
disciplinar diferenciador, entre materias de rango superior e inferior, o entre
contenidos útiles e inútiles. También en la LOMCE se ha instalado este mismo
discurso, pues el propio ministro Wert habló de las enseñanzas importantes y de
las que distraen. Como en el caso de la influencia empresarial se impone la
exaltación del valor de lo útil y el desprecio de lo considerado inútil. En un
reciente texto Ordine (2013) reivindica la utilidad de lo inútil con esta
reflexión, al tiempo que reabre el debate sobre qué es es lo realmente básico
dentro y fuera del currículo: “En este brutal contexto, la utilidad de los
saberes inútiles, se contrapone a la utilidad dominante que, en nombre de un
exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado,
las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre
investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte
civil que debería inspirar toda actividad humana.”
5. Los libros de
texto como instrumento del control del currículo. Se trata, en efecto, de uno
de los instrumentos más poderosos de regulación y control sobre el proceso de
enseñanza y el aprendizaje -los otros son el horario escolar y la evaluación-.
La política de los libros de texto ha sido ampliamente contestada sobre todo
con estas dos argumentaciones. Por el carácter cerrado y uniforme de los
contenidos que trasmite, donde se eluden visiones contrastadas, porque no
recoge la cultura y la realidad de diversas minorías y colectivos, porque se
reproducen estereotipos sexistas y racistas o porque no se presta suficiente
atención a la recuperación de nuestra memoria histórica más reciente: desde la
II República hasta la transición.
La otra
argumentación se centra en el uso dominante, y a veces, exclusivo de los textos
escolares como fuente de información y conocimiento, ignorando el amplio
dispositivo de contenderos culturales. Una política que es reforzada por las
medidas de gratuidad de los libros de texto emprendidas por muchas Comunidades
Autónomas, en vez de invertir en bibliotecas escolares y en diversidad de
materiales curriculares o de otro tipo, dejándolo a la elección de los centros
y del profesorado en el ejercicio su autonomía. En este sentido, las diversas
administraciones educativas dificultan la necesaria diversidad en los modos de
enseñar y aprender. Además, no hay que olvidar que los libros de texto no son
oficialmente obligatorios.
6. La evaluación
contribuye a priorizar la selección de los contenidos hegemónicos y las
metodologías empleadas. Las pruebas externas que se están imponiendo a lo largo
de la escolaridad tienen una función seleccionadora y jerarquizadora que, si
bien no es inherente a las pruebas en sí mismas, sí lo son de facto, dado el
uso que se les está dando y que es inevitable una vez que los resultados se
hacen públicos.
En el caso de las
reválidas esa función selectiva es bien explícita. Por eso rechazamos la proliferación de esas pruebas:
por el enrarecimiento del clima escolar, el fomento de la competitividad, la
disminución de la solidaridad y la concentración de la atención en los
conocimientos que se solicitan en las mismas. Como rechazable es el clima de
control que impregna la enseñanza en general, convirtiendo al profesorado en
vigilante con leyes de autoridad y donde la preocupación por la evaluación
domina sobre la atención a la calidad de las prácticas y del conocimiento que
se imparte. La presión sobre el alumnado por la evaluación provocará un aumento
de las repeticiones de curso, la disminución de la tasa de idoneidad y del
fracaso escolar en general.
En la evaluación
prima lo cuantitativo: aquello que se puede medir y expresar numéricamente; y
no hay demasiado lugar para evaluar lo cualitativo, toda la suerte de tareas
cognitivas más complejas que no se aprecian en una rápida prueba de papel y
lápiz. ¿Qué relación tiene la evaluación con el aprendizaje? ¿Por qué subsiste
un pensamiento único en torno a la evaluación cuando existen prácticas
pedagógicas que requieren otro tipo de modalidades evaluativas a corto, medio y
largo plazo? ¿Qué sea hecho de la
evaluación formativa?
Decálogo de medidas
alternativas:
1. Currículum
contrahegemónico. Que incluya contenidos básicos, social y culturalmente
relevantes; que contemple la diversidad cultural y de género, así como otras
manifestaciones minorizadas y excluidas; y que ayude a comprender la evolución
multidimensional de la humanidad, los fenómenos científicos y el mundo en que
vivimos. Y que genere un aprendizaje capaz de convertir la información en
conocimiento y pensamiento, y de
afrontar el conocimiento complejo y la incertidumbre.
2. Vivencia y
experiencia. La investigación educativa muestra que la curiosidad y el deseo de
aprender se activa cuando se parte de los intereses, vivencias y experiencias
del alumnado. De ahí la importancia de sustituir los amplios y
descontextualizados listados de contenidos y competencias por itinerarios de experiencias
que se construyen a partir de las ideas previas, de la indagación y de la
cooperación.
3. Educación para la
ciudadanía. La ciudadanía se construye a partir del conocimiento, vivencia y
ejercicio de los Derechos Humanos y de la Infancia. ¿Es imprescindible que se
convierta en asignatura con su propio espacio curricular como ocurría con la
LOE? Probablemente sí pero, en cualquier caso, esto es insuficiente, porque la
construcción de una ciudadanía crítica y democrática requiere de la transversalidad
curricular, de espacios de acompañamiento y reflexión como la tutoría, la
asamblea y otro tipo de iniciativas de implicación con el centro y la comunidad
como el aprendizaje-servicio.
4. Currículo
integrado. Para superar la fragmentación curricular y el saber distribuido en
parcelas, se requieren fórmulas alternativas que permitan la interrelación
entre diversos conocimientos disciplinares y las visiones sistémicas, que van
desde la interesdisciplinariedad hasta la transdisciplinariedad y la
globalización total del conocimiento. Así, el currículo se organiza por
temáticas y problemas relevantes que contienen conceptos y experiencias
emblemáticas de las distintas materias o por proyectos de trabajo, otra mirada
sobre la educación que rompe radicalmente con el currículo oficial.
5. Profesorado
generalista o especialista. Por efecto de la ley del péndulo, en el período de
la educación obligatoria se ha pasado del modelo docente generalista -con escasa
especialización- al perfil del
profesorado especialista con escasa formación polivalente. Si se quiere
recuperar el primer modelo y avanzar hacia la integración del conocimiento, ¿no
deberían suprimirse las plazas de especialistas en la educación primaria, al menos
en las zonas rurales -eso evitaría,
además, el cierre de muchas escuelas y supondría un ahorro presupuestario
importante- o concentrar la materia curricular en la ESO -al menos en el primer
ciclo- en sólo tres o cuatro docentes? Otra fórmula sería compartir en
Secundaria espacios más amplios y flexibles con dos o más profesores
comprometidos con un proyecto curricular
interdisciplinar. Estas y otras soluciones garantizan además un mayor conocimiento
acompañamiento de cada alumno y alumna por parte del profesorado.
6. Horarios más
flexibles. ¿Qué sentido tiene hoy mantener la rigidez y homogeneidad horaria
donde la clase siempre dura lo mismo? ¿No podría pensarse en franjas horarias
más amplias y flexibles en función del contenido, proyecto, metodología o
actividad que se desarrolla? Porque es evidente que la limitación horaria de
cada asignatura restringe enormemente las posibilidades de desarrollo de
actividades de investigación, experimentación y debate. La flexibilidad del
tiempo que existe en la Educación Infantil debería extenderse a los niveles
superiores y no al revés, porque la homogeneidad horaria limita
extraordinariamente la innovación educativa.
7. Otros espacios
para otras funciones. La estructura del aula, sobre todo en Primaria y más aún
en Secundaria, está pensado para un modelo transmisivo de enseñanza. El cambio
de paradigma innovador, centrado en el aprendizaje del alumnado, requiere
pensar el aula como una especie de laboratorio de experimentación donde sea
posible el desarrollo de las diversas inteligencias y lenguajes y registros
comunicativos, con distintos ambientes de aprendizaje y la posibilidad de
organizar la clase con diversos y cambiantes sistemas de agrupamiento.
8. Los materiales de
aprendizaje. Hemos hablado antes de lo obsoleto que resulta el libro de texto
-en formato papel o digital- como instrumento hegemónico en la transmisión del
saber, y de la multitud de fuentes de aprendizaje existentes infrautilizadas.
Básicamente son tres: a) Los materiales que, según los niveles educativos, se
concentran en cada aula o en la biblioteca, concebida como un centro de
recursos multimedia que el alumnado tiene que familiarizarse para su adecuada y
permanente utilización. b) El conocimiento que se encuentra en el entorno
virtual y en las redes sociales. Y c) El territorio como espacio de observación
y diálogo con el entorno natural y social.
9. Aprendizaje fuera
del aula. En un momento en que cada vez más el acceso a la información se
realiza o puede realizarse fuera del aula no tiene demasiado sentido que el
aula siga siendo básicamente un lugar donde la actividad prioritaria sigue
siendo el dictado y la memorización de los contenidos. El aula ha de
transformarse en un espacio de trabajo para convertir la información en
conocimiento, para aclarar dudas e interrogar el conocimiento, para el debate y
el desarrollo del pensamiento, para ayudar a forjar proyectos individuales y
colectivos.
10. Diversidad
metodológica y evaluadora. Si, atendiendo a la necesaria autonomía del centro y
del profesorado, se aceptan diferentes modos de enseñar y aprender, también deberían
reconocerse distintas modalidades de evaluación, de carácter más cualitativo y
educativo, sin la obligación de tener que participar en evaluaciones externas más
distantes y selectivas que no encajan con el modelo pedagógico del centro o del
profesorado. Sobre todo, cuando éste es más proclive a contemplar los distintos ritmos
evolutivos de cada estudiante y a incorporar la tarea evaluadora como parte
integrante del proceso de aprendizaje, con las múltiples y variadas
producciones del alumnado, la tarea de documentación pedagógica docente o el
recurso del portafolio como evidencia del desarrollo de cada aprendiz, entre
otras estrategias.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada