Ser maestro hoy día
Ser maestro, maestra, profesor o
profesora siempre ha sido una tarea
laboriosa y difícil aunque mucha gente no se lo crea. De hecho, una tarea
difícil es ser un buen maestro o una buena maestra y enseñar bien. Aunque en el
imaginario colectivo y político hay la idea que se trata de un trabajo sencillo porque se
trabaja con niños o adolescentes, con muchas fiestas y vacaciones y de fácil
quehacer. Pero lo cierto es que la
educación de los niños y adolescentes siempre ha sido una tarea ardua y hoy día
más compleja. Cualquier persona que entre en una aula podrá comprobar que
ponerse ante muchos niños y niñas o mejor aún, adolescentes, no es coser y
cantar, sino que se trata de una tarea laboriosa, de conocimientos de muchos
aspectos y como decíamos de una complejidad creciente. Y también de un trabajo
paciente, si se hace bien. Y, a lo largo del siglo XXI la sociedad se ha hecho
más compleja y, por lo tanto, hacer de maestro también ha asumido, todavía más,
grandes cotas de complejidad (y a veces, en algunos lugares de peligrosidad).
La profesión de profesorado trae a una cotidianidad invisible puesto que se
tiene que establecer una difícil convivencia entre vivir la realidad de lo que
nos rodea para introducirla en las lecciones y en la vida de las aulas de cada
día, recordar el pasado porque los niños y adolescentes reconstruyen y eduquen
su propia inteligencia a partir del que fue creado, y proyectarse al futuro con
la intencionalidad de que las nuevas generaciones puedan crear un mundo mejor,
Para ellos y para todos.
Y esta complejidad vale para todo el profesorado desde los que tienen niños
y niñas pequeñas con funcionas más cercanas a la asistencia vital, hasta los
que los tienen más grandes con funciones más de preparación para la vida
cotidiana o profesional. Todos sufren una angustia de pasar de las viejas
funciones de hacer de “maestro de escuela” o de primeras o segundas letras a
las nuevas funcionas que le pide la sociedad que rodea la escuela o el
instituto.
Durante el siglo XXI (ya empezó a finales del siglo XX), ha habido un gran
cambio radical y vertiginoso de las estructuras científicas, sociales y
educativas que son las que dan espaldarazo y sentido al carácter institucional
del Sistema Educativo (se educa para el mañana) y la evolución acelerada de la
sociedad en sus estructuras materiales, institucionales y formas de
organización de la convivencia familiar, modelos de producción y distribución e
conocimiento (Internet, redes, teléfonos, etc.), que se reflejan en el cambio
inevitable de las formas actuales de pensar, sentir y actuar de las nuevas
generaciones y han hecho cambiar el papel de las escuelas (o deberían hacerlas
cambiar) y las funciones del profesorado.
El siglo XX fue un siglo de cambios vertiginosos, donde muchos maestros y maestras
fueron poniéndose al día para ir asumiendo nuevas funciones educativas y
sociales y eso se ignora. Nada de ello se tiene en cuenta cuando nos quieren imponer una ley que posee un alto nivel de despropósito.
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