EDUARDO VENDRELL VIDAL en el País del 16 de enero.
Hagamos el ejercicio de comparar la universidad española con la de países más cercanos, con sistemas de educación terciaria reconocidos y de éxito. Tomemos como ejemplo a Finlandia, un país de referencia en el ámbito educativo, miembro de la Unión Europea y del euro. Finlandia tiene 20 universidades, todas estatales, entidades legalmente independientes tras la reforma llevada a cabo en 2009. Para una población de menos de 5 millones y medio de habitantes, la ratio es de una universidad por algo menos de 270.000 habitantes. El gasto público en educación (año 2009) es del 6,81% del PIB, siendo las tasas de matrícula eminentemente gratuitas, excepto para algunos masters, que aplican tasas a alumnos de fuera de la UE o del EEA. En 2011, un 28,2% de la población tenía educación terciaria, frente al 30% de media de la OCDE.
En España, existen censadas 82 universidades, de las que 50 son públicas y 32 son privadas. Para una población cercana a los 47 millones de habitantes, la ratio es de una universidad por algo menos de 600.000 habitantes (si tenemos en cuenta únicamente a las universidades públicas, la ratio es de una universidad por algo menos de 950.000 habitantes). El gasto público en educación (año 2009) es del 4,98% del PIB. En el último año, como todos sabemos, las tasas de matrícula se han incrementado considerablemente, mayormente en el caso de los masters. En 2011, en España un 31% de la población tenía educación terciaria.
Otros países de nuestro entorno, como Alemania o Francia tienen también ratios que no superan a los 200.000 habitantes por universidad, con sistemas que, combinando instituciones públicas y privadas, priorizan y mantienen una inversión en educación superior a la de España.
Como vemos, los datos no permiten sostener afirmaciones sobre el exceso de universidades en España (aunque se podría debatir sobre la idoneidad de su distribución, consecuencia de decisiones puramente políticas) o de titulados que no puede absorber el mercado, con porcentajes similares a la media de la OCDE. Tampoco parece que estemos ante un problema de formación, ya que no tendría sentido que otros países demandaran, como está sucediendo, titulados españoles, si éstos no estuvieran adecuadamente formados.
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