Algunas
de las características de la educación pública que ha defender la escuela
pública
Las características
de la educación púbica y que la escuela pública debe pregonar y los ciudadanos
defender y más en esta época de una
creciente desregulación del Estado con una lógica de mercado y un neoliberalismo[1]
ideológico complementado con un neoconservadurismo[2] o modernización conservadora como dice
Appel (2002) que va impregnando el
pensamiento educativo y muchas políticas gubernamentales. ¿Y qué aspectos hemos
de continuar defendiendo?
a.
El derecho de todos los niños y
niñas a la educación, a la enseñanza universal gratuita. Una escuela inclusiva
y no segregadora.
El que
cada vez más niños y niñas empezaran a ir a la escuela para recibir las
primeras letras y los primeros números supuso un gran adelanto social respecto
a tiempos pasados, y a lo largo del siglo XX fue capital para configurar un
nuevo modelo de sociedad y un progreso de la humanidad en aquellos países que
lo fueron consiguiendo. También significó la proliferación de escuelas y la
consolidación y el avance de los saberes y procesos pedagógicos que se habían
ido gestando en el siglo XVIII y XIX. Pero aún en pleno siglo XXI encontramos
muchas deficiencias. Hoy día encontramos:
• Casi 9 millones de niños mueren cada año antes de
cumplir los 5 años
• 2 millones de niños están infectados con el VIH
• 215 millones de niños deben trabajar para
sobrevivir. Algunos lo hacen en condiciones extremas.
• 18 millones de niños sufren los efectos de los
desplazamientos forzosos
• 14 millones de niñas son madres antes de cumplir
los 19 años. 75 millones de niñas en todo el mundo no van a la escuela y una de cada
tres no continúa sus estudios de educación secundaria.
• Unos 300.000 niños son utilizados como soldados.
De ellos, 120.000 son niñas, quienes, además, deben servir de esclavas
sexuales. http://www.mansunides.org/es/noticia/derechos-que-amparan-infancia-se-incumplen-sistematicamente?gclid=CLPe39r_ga8CFcYntAodzE743g
(consultado octubre 2012).
El último informe de seguimiento de la Educación para todos (EPT) que
acaba de hacer público la Unesco nos dice que hay en el planeta 61 millones de niños y niñas sin acceso a la escuela
primaria universal.
Ello indica que hay mucho que avanzar todavía. Los
principios básicos de obligatoriedad, gratuidad, equidad e inclusión que partiendo del respeto y la valoración de la
diversidad cultural, incrementa la equidad
educativa y social, para educar en la superación de la exclusión de todo tipo, y educar en la justicia social aún está
por conseguir. Y todo ello son pilares fundamentales en la
escuela pública. Cualquier tipo de segregación sea temprana o tardía
(niño-niñas, normales-no normales,
inteligente-no inteligentes, segregación temprana de estudios secundarios, etc.…) no han de formar parte del patrimonio
de la educación pública. Y eso se ha de defender hasta la médula.
b.
La autonomía del profesorado.
Es cierto que en la escuela pública el profesorado es
funcionario o sea trabajador del Estado. Él es su empleador. Pero ello no
indica que haya de seguir la reproducción de la ideología dominante. Cierto
que uno de los motivos de la escuela pública
ha sido muchas veces ser reproductora de la ideología de los regímenes pero esa
función no debe existir cuando se implanta la democracia aunque el Estado
continua utilizando mediante medios organizativos y curriculares un control de
la educación. El profesorado debe tener
la capacidad de generar conocimiento pedagógico no mediatizado por los poderes
y la autonomía compartida para que no sea vulnerable al entorno político,
económico y social. Es cierto que cuando más vulnerable es el profesorado más
manipulable es por los poderes políticos, económicos y sociales. De ahí la
reivindicación de una autonomía del profesorado que evite esa manipulación.
Esta
autonomía del trabajador público del conocimiento amplía el grado de
responsabilidad y de autonomía de los profesionales en su gestión educativa y
destaca el papel activo que también posee con el propio alumnado y la comunidad
en la regulación de los intercambios educativos, así como los parámetros de
referencia bajo los que actúan: el tiempo, los espacios, las normas, sus
referentes y los estilos didácticos. La autonomía del profesorado y la
participación del colectivo de profesores y profesoras y del alumnado
conjuntamente con la comunidad que envuelve la escuela son factores importantes
para una gestión transparente y democrática y un importante ejemplo para los
ciudadanos a formar.
c.
La regulación de normas democráticamente
más allá del partido gobernante de turno
El rechazo de muchos docentes a la reforma educativa (¡y
hemos tenido tantas en tan pocos años!) se debe a esa falta de sensibilidad
(como mínimo) de contar con aquellos que van a llevar a cabo los cambios (el profesorado)
o comprobar la corrupción ideológica de quienes lo promueven más pendientes de
contentar a sus partidarios que al resto de ciudadanos y ciudadanas. O desde otro punto de vista,
por querer realizar los cambios sin afrontar la consulta democrática y más de
los que intervienen en la educación. Que son todos y todas los que trabajan en
la educación pública.
Cualquier innovación que se pretenda llevar a cabo por un
gobierno democrático no puede "negligir" tampoco las relaciones
laborales del profesorado con la Administración educativa correspondiente, ni la
adecuación del profesorado dentro del Sistema público. Y significa establecer
un desarrollo profesional del trabajador público que le estimule a continuar
luchando por los principios de la democracia y no por los intereses
partidistas. Y eso ahora se está degenerando ya que las condiciones laborales
son cada vez más deficitarias.
Nadie debería dudar
de que cualquier reforma de la estructura y del currículum del Sistema
Educativo ‑y su innovación cuantitativa y
cualitativa, sobre todo esta última‑ ha de contar con el apoyo del
profesorado y con su actitud positiva de cara a capacitarse en los cambios. En
cualquier transformación educativa, el profesorado ha de poder constatar no
únicamente un perfeccionamiento de la
formación de sus alumnos y del Sistema Educativo en general, sino que también ha de percibir un beneficio
profesional en su desarrollo profesional. Esta percepción/implicación será un
estímulo para llevar a la práctica lo que las nuevas situaciones demandan. Este
es un aspecto fundamental, al menos para aquellos que consideramos al
profesorado como la pieza fundamental de cualquier proceso que pretenda una innovación real de los elementos
del Sistema Educativo público, ya que son
ellos, en primer y último término, los ejecutores de las propuestas
educativas, los que ejercen su profesión en escuelas concretas, enmarcadas en
territorios con necesidades y problemáticas específicas. Y no al contrario, verlo como un vago, como
un enemigo, como un irresponsable y que dedica el tiempo a memeces y a perder
el tiempo.
d.
Rigor curricular tanto en los
contenidos de calidad como en su laicidad.
La calidad en la educación ha de ser
definida por los ojos del grado de satisfacción de la comunidad educativa y no
únicamente como respuesta a la demanda social o del mercado. La calidad en el
campo educativo se debería analizar desde la consciencia de qué y cómo el
alumnado aprende en el proceso de enseñanza-aprendizaje mediado por un
profesorado y su contexto, pero a diferencia de posturas conservadores
enmascaradas en visiones progresistas de la enseñanza que introducen indicadores de rendimiento o
protocolos de diagnóstico cerrados para comprobar la calidad de un proceso (y
repito con un modo muy particular de ver la educación “para todos”), veo la
calidad como una tendencia, como una trayectoria, como un proceso de
construcción de un proyecto continuo y no como un conjunto de evaluaciones que
hay que superar como trabas en la educación para acomodarla no tanto a la
mejora sino a los informes internacionales. O sea, no como un producto al cual
se le concede una nota o un baremo que se arreglará interviniendo en ellos (y a
veces contra ellos). Las reválidas, las evaluaciones constantes no indican
únicamente un control externo para mejorar la calidad sino una desconfianza del
sector público y una derivación al intento de desmoronamiento de todo lo que
sea público como falto de calidad y que se ha de vigilar ya que existe una
desconfianza de lo que se enseña.
La calidad de una escuela dependerá
de la calidad de los alumnos a través de sus contribuciones a la sociedad, a la
calidad de lo que se ha aprendido y la forma de aprenderlo. La calidad no está
únicamente en el contenido de cosas a aprender (matemáticas, lengua,
comprensión lectora…) sino en la interactividad del proceso, la dinámica del
grupo, la solidaridad entre ellos, el respeto a los demás, el uso de las
actividades que propician aprendizajes relevantes, el estilo del profesor/a, el material que se hace servir y
si genera ciudadanos y ciudadanas que participan democráticamente en el
progreso de la humanidad. De ahí que el concepto de calidad es eminentemente
ideológico no técnico como algunos pretenden.
He ahí el problema y la solución. Y la calidad empieza dando educación
para todos los ciudadanos por igual.
Y el currículum ha de estar
impregnado de laicismo (o laicidad sin entrar en disputas terminológicas) como
respeto a todos los cultos y religiones pero sin imponer una visión dominante de una en concreto. La
laicidad es un tema transversal en las escuelas públicas ya que ha de estar
presente en el edificio (símbolos) como en las actitudes del profesorado
(lenguaje, respetos, etc.) y en los
procesos de enseñanza aprendizaje.
e.
Fortalecer las ciudadanías
El
factor de la diversidad o inclusión y la contextualización para evitar
uniformizar son elementos
imprescindibles en la educación pública (la preocupación por las ciudadanías,
el medio ambiente, la diversidad, la tolerancia, etc.), Creo, desde mi punto de vista, que estos dos elementos: la diversidad y
la contextualización nos permiten ver la educación desde otra mirada y provocan
reflexiones diferentes sobre qué hacer en las políticas y prácticas públicas de
educación. Y todo ello para que la escuela pública sea capaz de desarrollar
nuevas ciudadanías:
La ciudadanía democrática. La educación para la
democracia nos permite analizar qué democracia es la que deseamos para la
ciudadanía y reflexionar sobre si debemos, y cómo, reinventar la democracia día
a día. En esta ciudadanía, la cultura de la paz, la justicia social en un
proceso democrático, la formación cívica o el pluralismo serán fundamentales en
esa constante recreación de la democracia.
La ciudadanía social.
La educación para la solidaridad nos permite, en este mundo lleno de exclusión
social y discriminación, intentar crear una nueva conciencia social de los
ciudadanos y ciudadanas donde tenga cabida una diversidad del “nosotros”. No se trata únicamente de introducir
elementos curriculares sobre la base de discursos retóricos si no de incorporar
el compromiso, de la educación y de aquellos que la protagonizan en las escuelas
públicas, de luchar contra la pobreza, contra la exclusión social, contra todo
tipo de discriminación y a favor de la comunicación entre las identidades.
Educar es comunicar. Hay que desarrollar mecanismos de comunicación que
permitan construir nuevos imaginarios sociales que ayuden a una mayor
participación, trabajo y proyectos en común entre las personas.
La ciudadanía
paritaria. La educación para la igualdad. Es la creación de una realidad que se
vive con el otro y que permite a todo ciudadano o ciudadana luchar contra la
desigualdad, y a intervenir para que no se produzca. Es por supuesto el derecho
de todos a acceder a la cultura, a la educación, a llevar una vida mejor.
La
ciudadanía intercultural. La educación intercultural es la convivencia en
cualquier tipo de diversidad. Hoy día existen múltiples figuras de la
diversidad muchas de ellas, son
incomprendidas en la actual estructura social. El respeto a la identidad en la
diversidad, la confluencia de diferencias y el diálogo constructivo entre
culturas para conseguir unos derechos colectivos para todos, y no sólo de una
minoría o mayoría étnica, de sexo, de religión, etc. Desarrollar, desde la
diversidad individual y social, una visión pluralista, una expresión de
particularidades y diferencias, requiere del trabajo educativo.
La ciudadanía
ambiental. La educación ambiental es necesaria en un planeta donde no ha habido
respeto por la naturaleza. La humanidad, a través de todos los medios, necesita
reencontrarse con la naturaleza, crear una nueva ética de relación con ella.
La educación puede ser muy útil en la
lucha por el desarrollo sostenible.
Todo ello nos ha de
llevar a una nueva ética de la comunicación y el diálogo entendido éste como el
reconocimiento del otro, y a un redimensionamiento o reconfiguración de la
educación mediante proyectos comunes alternativos donde todos los protagonistas
de la educación tengan experiencias democráticas, de autoreflexión y de
autoestima.
Y para desarrollar todo ello el Estado debe hacer muchas
cosas como garante de lo público y no
únicamente defender estos y otros principios que seguro que me olvido sino
también debería invertir más en la
educación pública ya que es el futuro de las naciones, de los ciudadanos
responsables y de educar a todo un pueblo en la participación y el respeto a
los demás. Tenemos la obligación de continuar
trabajando y luchando por la
permanencia de la educación pública como el Sistema Educativo que garantiza el
derecho de la educación de todos y todas, que cubre las necesidades de la población con eficacia y calidad para
que todos puedan recibir el máximo de
oportunidades en todas las facetas de su vida. O sea una educación y una escuela
pública que defienda y luche por una verdadera democracia participativa.
[1] Entendemos como neoliberalismo la
ideología conservadora que basa sus políticas en una racionalidad económica,
primando lo privado como bueno delante de lo público que es visto como malo y
con una concepción de la persona como capital humano (para ampliar ver Apple,
2002).
[2] El
neoconservadurismo añora el pasado e intenta retornar a políticas y prácticas
educativas anteriores con la excusa de una mayor exigencia y nivel académico (ver
Apple, 2002).
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