divendres, 23 de novembre del 2012



Algunas de las características de la educación pública que ha defender la escuela pública
Las características de la educación púbica y que la escuela pública debe pregonar y los ciudadanos defender y más en esta época de una creciente desregulación del Estado con una lógica de mercado y un neoliberalismo[1] ideológico complementado con un neoconservadurismo[2]  o modernización conservadora como dice Appel (2002) que va impregnando el pensamiento educativo y muchas políticas gubernamentales. ¿Y qué aspectos hemos de continuar defendiendo?
a.     El derecho de todos los niños y niñas a la educación, a la enseñanza universal gratuita. Una escuela inclusiva y no segregadora.

El que cada vez más niños y niñas empezaran a ir a la escuela para recibir las primeras letras y los primeros números supuso un gran adelanto social respecto a tiempos pasados, y a lo largo del siglo XX fue capital para configurar un nuevo modelo de sociedad y un progreso de la humanidad en aquellos países que lo fueron consiguiendo. También significó la proliferación de escuelas y la consolidación y el avance de los saberes y procesos pedagógicos que se habían ido gestando en el siglo XVIII y XIX. Pero aún en pleno siglo XXI encontramos muchas deficiencias. Hoy día  encontramos:

• Casi 9 millones de niños mueren cada año antes de cumplir los 5 años
• 2 millones de niños están infectados con el VIH
• 215 millones de niños deben trabajar para sobrevivir. Algunos lo hacen en condiciones extremas.
• 18 millones de niños sufren los efectos de los desplazamientos forzosos
• 14 millones de niñas son madres antes de cumplir los 19 años. 75 millones de niñas en todo el mundo no van a la escuela y una de cada tres no continúa sus estudios de educación secundaria.
• Unos 300.000 niños son utilizados como soldados. De ellos, 120.000 son niñas, quienes, además, deben servir de esclavas sexuales. http://www.mansunides.org/es/noticia/derechos-que-amparan-infancia-se-incumplen-sistematicamente?gclid=CLPe39r_ga8CFcYntAodzE743g (consultado octubre 2012).

El último informe de seguimiento de la Educación para todos (EPT) que acaba de hacer público la Unesco nos dice que hay en el planeta 61 millones de niños y niñas sin acceso a la escuela primaria universal.
Ello indica que hay mucho que avanzar todavía. Los principios básicos de obligatoriedad, gratuidad, equidad  e inclusión que partiendo del respeto y la valoración de la diversidad cultural, incrementa la equidad educativa y social, para educar en la superación de  la exclusión de todo tipo, y educar en la justicia social aún está por conseguir. Y todo ello son pilares fundamentales en la escuela pública. Cualquier tipo de segregación sea temprana o tardía (niño-niñas,  normales-no normales, inteligente-no inteligentes, segregación temprana de estudios secundarios,  etc.…) no han de formar parte del patrimonio de la educación pública. Y eso se ha de defender hasta la médula.

b.    La autonomía del profesorado.

Es cierto que en la escuela pública el profesorado es funcionario o sea trabajador del Estado. Él es su empleador. Pero ello no indica que haya de seguir la reproducción de la ideología dominante. Cierto que  uno de los motivos de la escuela pública ha sido muchas veces ser reproductora de la ideología de los regímenes pero esa función no debe existir cuando se implanta la democracia aunque el Estado continua utilizando mediante medios organizativos y curriculares un control de la educación.  El profesorado debe tener la capacidad de generar conocimiento pedagógico no mediatizado por los poderes y la autonomía compartida para que no sea vulnerable al entorno político, económico y social. Es cierto que cuando más vulnerable es el profesorado más manipulable es por los poderes políticos, económicos y sociales. De ahí la reivindicación de una autonomía del profesorado que evite esa manipulación.

Esta autonomía del trabajador público del conocimiento amplía el grado de responsabilidad y de autonomía de los profesionales en su gestión educativa y destaca el papel activo que también posee con el propio alumnado y la comunidad en la regulación de los intercambios educativos, así como los parámetros de referencia bajo los que actúan: el tiempo, los espacios, las normas, sus referentes y los estilos didácticos. La autonomía del profesorado y la participación del colectivo de profesores y profesoras y del alumnado conjuntamente con la comunidad que envuelve la escuela son factores importantes para una gestión transparente y democrática y un importante ejemplo para los ciudadanos a formar.

c.     La regulación de normas democráticamente más allá del partido gobernante de turno

El rechazo de muchos docentes a la reforma educativa (¡y hemos tenido tantas en tan pocos años!) se debe a esa falta de sensibilidad (como mínimo) de contar con aquellos que van a llevar a cabo los cambios (el profesorado) o comprobar la corrupción ideológica de quienes lo promueven más pendientes de contentar a sus partidarios que al resto de ciudadanos  y ciudadanas. O desde otro punto de vista, por querer realizar los cambios sin afrontar la consulta democrática y más de los que intervienen en la educación. Que son todos y todas los que trabajan en la educación pública.
Cualquier innovación que se pretenda llevar a cabo por un gobierno democrático no puede "negligir" tampoco las relaciones laborales del profesorado con la Administración educativa correspondiente, ni la adecuación del profesorado dentro del Sistema público. Y significa establecer un desarrollo profesional del trabajador público que le estimule a continuar luchando por los principios de la democracia y no por los intereses partidistas. Y eso ahora se está degenerando ya que las condiciones laborales son cada vez más deficitarias.
Nadie debería dudar  de que cualquier reforma de la estructura y del currículum del Sistema Educativo ‑y su innovación cuantitativa y  cualitativa, sobre todo esta última‑ ha de contar con el apoyo del profesorado y con su actitud positiva de cara a capacitarse en los cambios. En cualquier transformación educativa, el profesorado ha de poder constatar no únicamente un perfeccionamiento de  la formación de sus alumnos y del Sistema Educativo en general,  sino que también ha de percibir un beneficio profesional en su desarrollo profesional. Esta percepción/implicación será un estímulo para llevar a la práctica lo que las nuevas situaciones demandan. Este es un aspecto fundamental, al menos para aquellos que consideramos al profesorado como la pieza fundamental de cualquier proceso que  pretenda una innovación real de los elementos del Sistema Educativo público, ya que son  ellos, en primer y último término, los ejecutores de las propuestas educativas, los que ejercen su profesión en escuelas concretas, enmarcadas en territorios con necesidades y problemáticas específicas.  Y no al contrario, verlo como un vago, como un enemigo, como un irresponsable y que dedica el tiempo a memeces y a perder el tiempo.

d.    Rigor curricular tanto en los contenidos de calidad como en su laicidad.

La calidad en la educación ha de ser definida por los ojos del grado de satisfacción de la comunidad educativa y no únicamente como respuesta a la demanda social o del mercado. La calidad en el campo educativo se debería analizar desde la consciencia de qué y cómo el alumnado aprende en el proceso de enseñanza-aprendizaje mediado por un profesorado y su contexto, pero a diferencia de posturas conservadores enmascaradas en visiones progresistas de la enseñanza  que introducen indicadores de rendimiento o protocolos de diagnóstico cerrados para comprobar la calidad de un proceso (y repito con un modo muy particular de ver la educación “para todos”), veo la calidad como una tendencia, como una trayectoria, como un proceso de construcción de un proyecto continuo y no como un conjunto de evaluaciones que hay que superar como trabas en la educación para acomodarla no tanto a la mejora sino a los informes internacionales. O sea, no como un producto al cual se le concede una nota o un baremo que se arreglará interviniendo en ellos (y a veces contra ellos). Las reválidas, las evaluaciones constantes no indican únicamente un control externo para mejorar la calidad sino una desconfianza del sector público y una derivación al intento de desmoronamiento de todo lo que sea público como falto de calidad y que se ha de vigilar ya que existe una desconfianza de lo que se enseña.
La calidad de una escuela dependerá de la calidad de los alumnos a través de sus contribuciones a la sociedad, a la calidad de lo que se ha aprendido y la forma de aprenderlo. La calidad no está únicamente en el contenido de cosas a aprender (matemáticas, lengua, comprensión lectora…) sino en la interactividad del proceso, la dinámica del grupo, la solidaridad entre ellos, el respeto a los demás, el uso de las actividades que propician aprendizajes relevantes, el estilo del  profesor/a, el material que se hace servir y si genera ciudadanos y ciudadanas que participan democráticamente en el progreso de la humanidad. De ahí que el concepto de calidad es eminentemente ideológico no técnico como algunos pretenden.  He ahí el problema y la solución. Y la calidad empieza dando educación para todos los ciudadanos por igual.
Y el currículum ha de estar impregnado de laicismo (o laicidad sin entrar en disputas terminológicas) como respeto a todos los cultos y religiones pero sin imponer una  visión dominante de una en concreto. La laicidad es un tema transversal en las escuelas públicas ya que ha de estar presente en el edificio (símbolos) como en las actitudes del profesorado (lenguaje, respetos, etc.) y  en los procesos de enseñanza aprendizaje.

e.     Fortalecer las ciudadanías

El factor de la diversidad o inclusión y la contextualización para evitar uniformizar  son elementos imprescindibles en la educación pública (la preocupación por las ciudadanías, el medio ambiente, la diversidad, la tolerancia, etc.), Creo, desde mi punto de vista, que estos dos elementos: la diversidad y la contextualización nos permiten ver la  educación desde otra mirada y provocan reflexiones diferentes sobre qué hacer en las políticas y prácticas públicas de educación. Y todo ello para que la escuela pública sea capaz de desarrollar nuevas ciudadanías:

La ciudadanía democrática. La educación para la democracia nos permite analizar qué democracia es la que deseamos para la ciudadanía y reflexionar sobre si debemos, y cómo, reinventar la democracia día a día. En esta ciudadanía, la cultura de la paz, la justicia social en un proceso democrático, la formación cívica o el pluralismo serán fundamentales en esa constante recreación de la democracia.
La ciudadanía social. La educación para la solidaridad nos permite, en este mundo lleno de exclusión social y discriminación, intentar crear una nueva conciencia social de los ciudadanos y ciudadanas donde tenga cabida una diversidad del “nosotros”.  No se trata únicamente de introducir elementos curriculares sobre la base de discursos retóricos si no de incorporar el compromiso, de la educación y de aquellos que la protagonizan en las escuelas públicas, de luchar contra la pobreza, contra la exclusión social, contra todo tipo de discriminación y a favor de la comunicación entre las identidades. Educar es comunicar. Hay que desarrollar mecanismos de comunicación que permitan construir nuevos imaginarios sociales que ayuden a una mayor participación, trabajo y proyectos en común entre las personas.

La ciudadanía paritaria. La educación para la igualdad. Es la creación de una realidad que se vive con el otro y que permite a todo ciudadano o ciudadana luchar contra la desigualdad, y a intervenir para que no se produzca. Es por supuesto el derecho de todos a acceder a la cultura, a la educación, a llevar una vida mejor.

La ciudadanía intercultural. La educación intercultural es la convivencia en cualquier tipo de diversidad. Hoy día existen múltiples figuras de la diversidad  muchas de ellas, son incomprendidas en la actual estructura social. El respeto a la identidad en la diversidad, la confluencia de diferencias y el diálogo constructivo entre culturas para conseguir unos derechos colectivos para todos, y no sólo de una minoría o mayoría étnica, de sexo, de religión, etc. Desarrollar, desde la diversidad individual y social, una visión pluralista, una expresión de particularidades y diferencias, requiere del trabajo educativo.
La ciudadanía ambiental. La educación ambiental es necesaria en un planeta donde no ha habido respeto por la naturaleza. La humanidad, a través de todos los medios, necesita reencontrarse con la naturaleza, crear una nueva ética de relación con ella. La  educación puede ser muy útil en la lucha por el desarrollo sostenible.

Todo ello nos ha de llevar a una nueva ética de la comunicación y el diálogo entendido éste como el reconocimiento del otro, y a un redimensionamiento o reconfiguración de la educación mediante proyectos comunes alternativos donde todos los protagonistas de la educación tengan experiencias democráticas, de autoreflexión y de autoestima.

Y para desarrollar todo ello el Estado debe hacer muchas cosas como  garante de lo público y no únicamente defender estos y otros principios que seguro que me olvido sino también  debería invertir más en la educación pública ya que es el futuro de las naciones, de los ciudadanos responsables y de educar a todo un pueblo en la participación y el respeto a los demás. Tenemos la obligación de continuar  trabajando  y luchando por la permanencia de la educación pública como el Sistema Educativo que garantiza el derecho de la educación de todos y todas, que cubre las necesidades  de la población con eficacia y calidad para que  todos puedan recibir el máximo de oportunidades en todas las facetas de su vida. O sea una educación y una escuela pública que defienda y luche por una  verdadera democracia participativa.


[1] Entendemos como neoliberalismo la ideología conservadora que basa sus políticas en una racionalidad económica, primando lo privado como bueno delante de lo público que es visto como malo y con una concepción de la persona como capital humano (para ampliar ver Apple, 2002).
[2] El neoconservadurismo añora el pasado e intenta retornar a políticas y prácticas educativas anteriores con la excusa de  una mayor exigencia y nivel académico (ver Apple, 2002).

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