La enseñanza pública es necesaria en y para una sociedad democrática
De la Wikipidea: Se denomina Educación
pública al sistema nacional educativo de cada país, que, por lo general,
comprende la planificación, supervisión o ejecución directa de planes de
estudio y educación escolarizada de diversos niveles académicos siendo
preeminente la realización de los niveles que la Norma jurídica considere
obligatorios, consistiendo por lo general en la educación
primaria, no obstante, ello no excluye a niveles superiores que no
se consideren obligatorios.
El objetivo de la
educación pública es la accesibilidad de toda la población a la educación, y
generar niveles de instrucción deseables para la obtención de una ventaja
competitiva.
La educación pública se
ofrece a los niños del público en general por el gobierno, ya sea nacional,
regional o local, siempre por una institución de gobierno civil, y pagado, en
todo o en parte, por los impuestos. El término "educación pública" no
es sinónimo de "enseñanza pública".
La financiación de las
escuelas públicas, por otro lado, es proporcionada por los ingresos fiscales,
de manera que incluso personas que no asisten a la escuela (o cuyos
dependientes no asisten a la escuela), ayudarán a garantizar que la sociedad
sea educada.
- Introducción
La extensión de la
escolarización democrática de los pueblos mediante la educación pública ha
sido, y aún lo es, una gran conquista social no exenta de conflictos. Pero
todavía no ha sido alcanzado para todos los niños ni niñas en muchos países,
son cientos de millones los niños y niñas que no pueden ejercer su derecho a
una escolaridad sistemática y continuada hasta la adolescencia. Es un bien
precioso que hemos de continuar reivindicando con todas las fuerzas y medios a
nuestro alcance. No basta con declaraciones de milenios ni similares que
normalmente no se cumplen. Esa
escolarización pública y gratuita es la que permite que yo ejerza un derecho
importante en este momento, el de la comunicación mediante la escritura en este texto, y el que
ejercita el lector, el de la comunicación mediante la lectura. Dotar a los
pueblos de la palabra (de la escritura y de la lectura, como metáfora) es
importante para su desarrollo y salir de la pobreza endémica, aunque no es
suficiente, es necesario además que dispongan de espacios donde ejercer la
práctica política, como ciudadanos y ciudadanas, en su propia defensa. Y eso es
uno de los pilares de la educación pública: hacer ciudadanos no únicamente
educados o cultos sino democráticos. La democracia tiene un pilar fundamental
en la educación pública.
Circula en la
sociedad occidental un discurso grandilocuente sobre la velocidad de vértigo de
los cambios sociales, impulsado tanto por los vientos de las tecnologías de la
información y de la comunicación como por el desplome del muro de Berlín y el
nuevo orden (o desorden) mundial, sobre todo económico. Paradójicamente, el
cambio es lo único que podemos considerar estable. Y podemos
comprobar que en parte es cierto. Pero sólo en parte ya que las diferencias
entre el primer y el tercer y cuarto mundo son cada vez más abismales (y cada
vez más al lado de nuestra vivienda), y determinados principios sociales y
políticos de sometimiento y control se han reforzado. Hay gobernantes que nunca
han creído en la educación pública considerándola de baja calidad, destinada
para el pueblo raso y a los futuribles a
ser mandados.
De tanto cambio como se publicita deberíamos extraer
aquéllos evidentes que han penetrado, directa o indirectamente, voluntaria o
forzosamente, incisiva o intensamente, en las relaciones más directas entre los
humanos y que influirán en los aspectos educativos públicos. Podríamos destacar
la globalización o mundialización, no únicamente de la economía; el incremento
de las desigualdades que en lugar de menguar, aumentan; las innovaciones
provocadas por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación provocando
brechas digitales con un nuevo analfabetismo que está generando; los nuevos
horizontes en la investigación científica básica y aplicada; las diferencias
funcionales y complejas de la sociedad/estado rompiendo la estabilidad familiar
y social del mundo moderno (en diversos campos como la educación, economía,
familia, política…). Todos ellos, y seguramente muchos más que no vienen al
caso, comportan que muchas personas, entre ellas los educadores públicos como
constructores de futuro de la democracia, pierdan parte de su identidad estable
y asuman, por convicción o desconcierto, una racionalidad basada en la lógica
del proceso de competitividad e individualización. Esos cambios han roto viejos
esquemas y seguro que recompondrán una nueva trama social, pero de momento
generan en todos nosotros una gran incertidumbre y más si los que nos gobiernan
ejercen ideas neoconservadoras y de privilegio de las élites. ¿A dónde va la
educación y por ende la escuela pública? Empecemos por los orígenes.
- Nacimiento de la educación pública
Si nos centramos en Europa y no entramos en cuestiones concretas de
remontarnos a la historia detallando países como Persia, China, India, Egipto o
del lejano oriente, se considera en general la revolución francesa como el
nacimiento real de la escuela pública.
La mayoría de autores sitúan dos momentos: uno en el francés Condorcet que integró el Comité de Instrucción Pública
creado por la Asamblea Legislativa de Francia y que en 1792, escribió Informe
y proyecto de decreto para la organización general de la instrucción pública.
En el texto de Condorcet encontramos los principios iniciales de la escuela
pública aún vigentes:
-
La
laicidad del currículum.
-
Educar
ciudadanos autónomos.
-
Educar
a todo y en todas las edades.
-
La
separación escuela-iglesias-poderes.
-
La
igualdad en el acceso a la educación de hombres y mujeres.
-
El no sectarismo
de las minorías.
El segundo origen lo encontramos en
1763 cuando se publica el Essai d’education nationale de Louis
Rene de la Chalotais. En el texto venía
a decir que no podía ser que la enseñanza estuviera en manos de la Iglesia (no
nos engañemos: con la idea del clero de alfabetizar para leer los textos
sagrados no para aumentar su cultura social del pueblo) y que era necesario que el Estado se ocupara
de sus ciudadanos creando un Ministerio
y fueran educados no por religiosos sino por laicos. Y esas ideas,
apoyadas por los regímenes políticos del momento, se fueron extendiendo por todo Europa (España
fue una excepción en este momento por las ideas conservadoras predominantes) sobre
todo con la fuerte reacción popular de acabar con el sectarismo y
adoctrinamiento imperante de la Iglesia o también por la introducción de la
necesidad de la educación de minorías como en Italia en el renacimiento a través de las ideas humanistas de Erasmo de
Rótterdam, Montaigne o aquí más tarde Luís Vives. Fueron las minorías que
crearon una educación secundaria (sobre todo los calvinistas y luteranos)
y fundaron universidades. Pero, por
supuesto, aún no era para todos y todas y también había una finalidad
interesada en el nacimiento del mundo capitalista.
Pero a pesar de un precario nacimiento de la educación
pública se empieza lo que ha venido a llamarse una educación (bueno en aquella
época más instrucción) pública y general. O sea para todos.
Si tuviéramos que buscar un precedente anterior encontraríamos
a un religioso: Comenio. Este obispo
escribió en 1632 un libro Didáctica magna donde resaltaba el valor
de una educación universal. Es conocida su frase de la página inicial del libro:
Enseñar a través de todas las cosas a
todos los hombres. Algunos autores consideran que ese es el nacimiento de
la escuela pública por las propuestas de Comenio. Pero su plasmación en la
realidad no fue como Comenio predicaba. Aún faltarían siglos para que se
cumpliera su famosa frase.
Pero como este texto no tiene la pretensión de analizar el nacimiento de la
educación y la escuela pública en su
contexto histórico sino situar brevemente los orígenes para entender el proceso
posterior, únicamente decir que la educación pública empieza cuando se
van originando los estados como los conocemos hoy día desapareciendo el
absolutismo (personajes escogidos por
Dios según ellos y la Ley) y ganando las repúblicas (existe relación entre escuela
pública- república y democracia) ya que se necesita más conocimiento para las
nuevas formas de producción capitalista y hay una demanda de mayor igualdad en
la población. O sea no nace para la igualdad sino para mejorar la instrucción
en un mundo capitalista que necesita mano de obra más instruida. Será
posteriormente cuando asumirá ese papel de garante de lo público, de lo que es
de todos y para todos, de abogar por una
educación pública no clasista ni segregadora para promocionar y defender la democracia
de los pueblos.
En fin si consideramos el pistoletazo inicial en la revolución francesa podemos argumentar que quiso
romper la estructura de una educación dirigida a la burguesía y al personal
religioso. Aunque hasta hoy día no es así en todos los países (no quiero entrar
en la degradación de la escuela pública en España durante la dictadura y por si
alguien lo confunde, en aquella época se hablaba de escuela estatal y no tanto
pública, que no es lo mismo).
- La escuela pública hoy
En estos últimos años, y seguirá siendo así en un futuro
próximo, los cambios han sido tan rápidos y tan abruptos que, no únicamente han
desorientado a muchas personas, entre ellos los educadores, e incluso les han
generado un cierto desamparo, sino que han provocado una brecha desconcertante
entre aquello que es objeto de la educación pública y lo que realmente debería ser
objeto de esa educación. El hecho es que esos cambios han generado la aparición
de nuevos entornos sociales y educacionales y, añádase, unas políticas educativas
neoliberales o lo que se ha venido a llamar la modernización conservadora que
más bien se imponen, sin aceptar negociaciones, y han provocado que muchos
educadores se hayan replegado a sus tradiciones, a su orden seguro,
estableciendo barreras impermeables a la nueva situación, o exigiendo volver al
hábitat cultural donde tan a gusto se encontraban. Y eso puede ir hundiendo
poco a poco la escuela pública.
De ahí que sea comprensible
y necesario, una construcción de barreras de reivindicaciones educativas sobre
lo público, sin construir trincheras muy profundas, ya que nos jugamos un
futuro democrático y participativo de hombres y mujeres libres, y que en lugar
de replegarnos en las viejas ideas y concepciones del pasado hemos de luchar
con nosotros mismos y con los otros para comprender, interpretar y construir,
desde nuestro puesto, una educación pública diferente. Para ello hay que buscar
nuevos referentes que nos permitan una nueva organización y una nueva
metodología de trabajo en la educación pública ya que la que ha estado en
funcionamiento durante tantos años, aunque
fuera útil en una época, hoy día resulta un poco obsoleta. Sin esos
referentes es imposible apuntalar alternativas y es fácil, ante el desánimo,
volver a referentes conocidos (o sea a la rutina y a la degradación). Una nueva
visión de la educación pública es necesaria para ir construyendo una nueva
educación.
Las vicisitudes
sociales y políticas del siglo pasado, el siglo XX, repercutieron en una gran
desideologización. Entre otras, una de sus consecuencias es el cuestionamiento
de todo lo relacionado con lo público (apoyado por ciertas ideologías
imperantes), desdibujando la frontera con lo privado que aparecía tan nítida en
la modernidad nacida como decía anteriormente de la revolución francesa. Hoy
día, para demasiadas personas, se ha difuminado la identificación con una
determinada ideología y eso es muy peligroso. El referente ya no es el partido
o el sindicato, y la realidad social refleja una mayor complejidad inabarcable
con la mera adscripción a una determinada ideología de partido. Este hecho
comporta un gran peligro para la educación y la institución educativa: caer en
la falta de compromiso y acabar asumiendo las contradicciones que existen entre
el mundo real y el enseñado como algo inevitable. En un determinismo que el
mundo funciona así. Paolo Freire (1993) decía: La afirmación que las cosas no pueden ser de otro modo es odiosamente
fatalista pues decreta que la felicidad pertenece solamente al que tiene poder.
Y tenía toda la razón. Y todavía más, también la educación pública puede formar parte de un escenario educativo
donde predomine la lógica del mercado, con sus intereses economicistas (cliente
y no ciudadano), y de rendimiento cuantitativo (vales según consumes); y donde
se recupere, con cierta normalidad, la vieja concepción de la neutralidad del
aparato educativo, sabiendo como sabemos que no existe ni es posible tal
neutralidad en el campo educativo. Una supuesta neutralidad que además tiende a
beneficiar a unas determinadas ideologías no comprometidas con el cambio social
en detrimento de la mayoría de la población y que es un argumento para que las
clases dirigentes o pudientes puedan escoger escuela mientras los que no puedan
se limiten a lo público. Lo podemos ver actualmente en las declaraciones de
representantes políticos conservadores.
Por
contra, enfrentándose a esa realidad, van surgiendo nuevos intereses, nuevos
actores sociales y formas distintas de analizar los contextos sociales que se
concretan a través de movimientos, grupos, encuentros, comunidades, ONG, que
empiezan a perfilar un nuevo discurso democrático donde la educación pública
tiene de nuevo una gran implicación, vuelve a ser un instrumento para extender
y profundizar ese discurso democrático. Es una nueva ideología que busca ser
escuchada, que quiere participar, que sabe crear redes y saltar por encima de las
fronteras. La educación pública se inscribe en ella sin abandonar ciertos
principios ideológicos de la tradición de lucha por una democracia real, y
también por una institución educativa integradora, no segregadora y laica.
Por
otra parte, tampoco partimos de cero. Disponemos de muchas experiencias
educativas, y desde hace tiempo, experiencias que van mostrando que la
construcción de una nueva educación pública se realiza partiendo de lo que se
tiene y proyectando la reflexión, las ideas y las acciones hacia el futuro.
El reto de la educación pública y es cómo
establecer procesos de revisión y de cambio en el interior de las instituciones
educativas, de su cultura organizacional, de su metodología, para que
proporcionen a los ciudadanos y ciudadanas las capacidades que les permitan comprender e
interpretar la realidad, realizar una lectura crítica de los acontecimientos y
del entorno comunitario. La educación pública debe ser capaz de proporcionar
elementos para alcanzar una mayor independencia de juicio, de deliberación y de
diálogo constructivo. Debe ser capaz de ayudar a transformar las relaciones de
las personas con las nuevas sensibilidades (intercultural, medioambiental,
solidaria, igualitaria…) que van impregnando la sociedad actual y ayudar a no
ser vulnerables al entorno político, económico y social. Y la educación puede
ayudar a conseguir ese objetivo de forma substancial.
En esa educación pública se engloban todos los elementos
curriculares de la educación de valores y los contenidos curriculares rigurosos
que promueven unas estructuras
cognitivas, emocionales y éticas de la educación, al margen de misticismos
caducos o patriotismos trasnochados. Lo que históricamente se ha dado en llamar
el desarrollo de una educación integral y que aunque hoy día no esté de moda es
un calificativo a reivindicar. Es posible que en el futuro las áreas
curriculares tradicionales puedan ser asumidas por otros medios paralelos a la
institución educativa y que a ésta le quede, como valor específico, enseñar las
nuevas ciudadanías y la democracia, ya que será muy difícil que puedan
enseñarse y aprenderse en otros foros y menos por Internet (hasta ahora). Es un
desafío muy importante para la educación pública del futuro, y para el futuro de la
educación, que se depositará en manos de los educadores que han de asumir esa
conciencia de lo público y de qué representa trabajar para ello.
La educación pública ha de pretender desarrollar a aprender a vivir juntos para la construcción
de una verdadera democracia. Ser ciudadano o ciudadana es un proceso que se
puede generar a través de la educación y la cultura y, por tanto, a ser
ciudadano o ciudadana se aprende y por tanto, puede ser enseñado. Ciudadanía
viene de ciudad y “el derecho a la ciudad se manifiesta como forma superior
de los derechos: El derecho a la libertad, a la individuación en la
socialización, al hábitat y el habitar. El derecho a la obra (a la actividad
participante) y el derecho a la apropiación (muy diferente al derecho de la
propiedad), están imbricados en el derecho a la ciudad” (Lefebvre, 1968). El derecho a la ciudadanía
(a la ciudad) representa el derecho a la
libertad, a la democracia, a una nueva manera de vivir el sistema social. Y eso
hace la educación pública sin adoctrinamiento partidista, sin exclusión pero
con pasión.
3. Algunas
de las características de la educación pública que ha defender la escuela
pública
Para
acabar este texto no podemos hacerlo sin hacer mención de las características
de la educación púbica y que la escuela pública debe pregonar y los ciudadanos
defender y más en esta época de una
creciente desregulación del Estado con una lógica de mercado y un neoliberalismo[1]
ideológico complementado con un neoconservadurismo[2] o modernización conservadora como dice
Appel (2002) que va impregnando el
pensamiento educativo y muchas políticas gubernamentales. ¿Y qué aspectos hemos
de continuar defendiendo?
a.
El derecho de todos los niños y
niñas a la educación, a la enseñanza universal gratuita. Una escuela inclusiva
y no segregadora.
El que
cada vez más niños y niñas empezaran a ir a la escuela para recibir las
primeras letras y los primeros números supuso un gran adelanto social respecto
a tiempos pasados, y a lo largo del siglo XX fue capital para configurar un
nuevo modelo de sociedad y un progreso de la humanidad en aquellos países que
lo fueron consiguiendo. También significó la proliferación de escuelas y la
consolidación y el avance de los saberes y procesos pedagógicos que se habían
ido gestando en el siglo XVIII y XIX. Pero aún en pleno siglo XXI encontramos
muchas deficiencias. Hoy día encontramos:
• Casi 9 millones de niños mueren cada año antes de
cumplir los 5 años
• 2 millones de niños están infectados con el VIH
• 215 millones de niños deben trabajar para
sobrevivir. Algunos lo hacen en condiciones extremas.
• 18 millones de niños sufren los efectos de los
desplazamientos forzosos
• 14 millones de niñas son madres antes de cumplir
los 19 años. 75 millones de niñas en todo el mundo no van a la escuela y una de cada
tres no continúa sus estudios de educación secundaria.
• Unos 300.000 niños son utilizados como soldados.
De ellos, 120.000 son niñas, quienes, además, deben servir de esclavas
sexuales. http://www.mansunides.org/es/noticia/derechos-que-amparan-infancia-se-incumplen-sistematicamente?gclid=CLPe39r_ga8CFcYntAodzE743g
(consultado octubre 2012).
El último informe de seguimiento de la Educación para todos (EPT) que
acaba de hacer público la Unesco nos dice que hay en el planeta 61 millones de niños y niñas sin acceso a la escuela
primaria universal.
Ello indica que hay mucho que avanzar todavía. Los
principios básicos de obligatoriedad, gratuidad, equidad e inclusión que partiendo del respeto y la valoración de la diversidad cultural, incrementa la equidad educativa y social, para educar en la superación de la exclusión de todo tipo, y educar en la justicia social aún está por conseguir. Y todo ello son pilares fundamentales en la escuela pública.
Cualquier tipo de segregación sea temprana o tardía (niño-niñas, normales-no normales, inteligente-no
inteligentes, segregación temprana de estudios secundarios, etc.…) no han de formar parte del patrimonio
de la educación pública. Y eso se ha de defender hasta la médula.
b.
La autonomía del profesorado.
Es cierto que en la escuela pública el profesorado es
funcionario o sea trabajador del Estado. Él es su empleador. Pero ello no
indica que haya de seguir la reproducción de la ideología dominante. Cierto
que uno de los motivos de la escuela pública
ha sido muchas veces ser reproductora de la ideología de los regímenes pero esa
función no debe existir cuando se implanta la democracia aunque el Estado
continua utilizando mediante medios organizativos y curriculares un control de
la educación. El profesorado debe tener
la capacidad de generar conocimiento pedagógico no mediatizado por los poderes
y la autonomía compartida para que no sea vulnerable al entorno político,
económico y social. Es cierto que cuando más vulnerable es el profesorado más
manipulable es por los poderes políticos, económicos y sociales. De ahí la
reivindicación de una autonomía del profesorado que evite esa manipulación.
Esta
autonomía del trabajador público del conocimiento amplía el grado de
responsabilidad y de autonomía de los profesionales en su gestión educativa y
destaca el papel activo que también posee con el propio alumnado y la comunidad
en la regulación de los intercambios educativos, así como los parámetros de
referencia bajo los que actúan: el tiempo, los espacios, las normas, sus
referentes y los estilos didácticos. La autonomía del profesorado y la
participación del colectivo de profesores y profesoras y del alumnado
conjuntamente con la comunidad que envuelve la escuela son factores importantes
para una gestión transparente y democrática y un importante ejemplo para los
ciudadanos a formar.
c.
La regulación de normas democráticamente
más allá del partido gobernante de turno
El rechazo de muchos docentes a la reforma educativa (¡y
hemos tenido tantas en tan pocos años!) se debe a esa falta de sensibilidad
(como mínimo) de contar con aquellos que van a llevar a cabo los cambios (el profesorado)
o comprobar la corrupción ideológica de quienes lo promueven más pendientes de
contentar a sus partidarios que al resto de ciudadanos y ciudadanas. O desde otro punto de vista,
por querer realizar los cambios sin afrontar la consulta democrática y más de
los que intervienen en la educación. Que son todos y todas los que trabajan en
la educación pública.
Cualquier innovación que se pretenda llevar a cabo por un
gobierno democrático no puede "negligir" tampoco las relaciones
laborales del profesorado con la Administración educativa correspondiente, ni la
adecuación del profesorado dentro del Sistema público. Y significa establecer
un desarrollo profesional del trabajador público que le estimule a continuar
luchando por los principios de la democracia y no por los intereses
partidistas. Y eso ahora se está degenerando ya que las condiciones laborales
son cada vez más deficitarias.
Nadie debería dudar
de que cualquier reforma de la estructura y del currículum del Sistema
Educativo ‑y su innovación cuantitativa y
cualitativa, sobre todo esta última‑ ha de contar con el apoyo del
profesorado y con su actitud positiva de cara a capacitarse en los cambios. En
cualquier transformación educativa, el profesorado ha de poder constatar no
únicamente un perfeccionamiento de la
formación de sus alumnos y del Sistema Educativo en general, sino que también ha de percibir un beneficio
profesional en su desarrollo profesional. Esta percepción/implicación será un
estímulo para llevar a la práctica lo que las nuevas situaciones demandan. Este
es un aspecto fundamental, al menos para aquellos que consideramos al
profesorado como la pieza fundamental de cualquier proceso que pretenda una innovación real de los elementos
del Sistema Educativo público, ya que son
ellos, en primer y último término, los ejecutores de las propuestas
educativas, los que ejercen su profesión en escuelas concretas, enmarcadas en
territorios con necesidades y problemáticas específicas. Y no al contrario, verlo como un vago, como
un enemigo, como un irresponsable y que dedica el tiempo a memeces y a perder
el tiempo.
d.
Rigor curricular tanto en los
contenidos de calidad como en su laicidad.
La calidad en la educación ha de ser
definida por los ojos del grado de satisfacción de la comunidad educativa y no
únicamente como respuesta a la demanda social o del mercado. La calidad en el
campo educativo se debería analizar desde la consciencia de qué y cómo el
alumnado aprende en el proceso de enseñanza-aprendizaje mediado por un
profesorado y su contexto, pero a diferencia de posturas conservadores
enmascaradas en visiones progresistas de la enseñanza que introducen indicadores de rendimiento o
protocolos de diagnóstico cerrados para comprobar la calidad de un proceso (y
repito con un modo muy particular de ver la educación “para todos”), veo la
calidad como una tendencia, como una trayectoria, como un proceso de
construcción de un proyecto continuo y no como un conjunto de evaluaciones que
hay que superar como trabas en la educación para acomodarla no tanto a la
mejora sino a los informes internacionales. O sea, no como un producto al cual
se le concede una nota o un baremo que se arreglará interviniendo en ellos (y a
veces contra ellos). Las reválidas, las evaluaciones constantes no indican
únicamente un control externo para mejorar la calidad sino una desconfianza del
sector público y una derivación al intento de desmoronamiento de todo lo que
sea público como falto de calidad y que se ha de vigilar ya que existe una
desconfianza de lo que se enseña.
La calidad de una escuela dependerá
de la calidad de los alumnos a través de sus contribuciones a la sociedad, a la
calidad de lo que se ha aprendido y la forma de aprenderlo. La calidad no está
únicamente en el contenido de cosas a aprender (matemáticas, lengua,
comprensión lectora…) sino en la interactividad del proceso, la dinámica del
grupo, la solidaridad entre ellos, el respeto a los demás, el uso de las
actividades que propician aprendizajes relevantes, el estilo del profesor/a, el material que se hace servir y
si genera ciudadanos y ciudadanas que participan democráticamente en el
progreso de la humanidad. De ahí que el concepto de calidad es eminentemente
ideológico no técnico como algunos pretenden.
He ahí el problema y la solución. Y la calidad empieza dando educación
para todos los ciudadanos por igual.
Y el currículum ha de estar
impregnado de laicismo (o laicidad sin entrar en disputas terminológicas) como
respeto a todos los cultos y religiones pero sin imponer una visión dominante de una en concreto. La
laicidad es un tema transversal en las escuelas públicas ya que ha de estar
presente en el edificio (símbolos) como en las actitudes del profesorado
(lenguaje, respetos, etc.) y en los
procesos de enseñanza aprendizaje.
e.
Fortalecer las ciudadanías
El
factor de la diversidad o inclusión y la contextualización para evitar
uniformizar son elementos
imprescindibles en la educación pública (la preocupación por las ciudadanías,
el medio ambiente, la diversidad, la tolerancia, etc.), Creo, desde mi punto de vista, que estos dos elementos: la diversidad y
la contextualización nos permiten ver la educación desde otra mirada y provocan
reflexiones diferentes sobre qué hacer en las políticas y prácticas públicas de
educación. Y todo ello para que la escuela pública sea capaz de desarrollar
nuevas ciudadanías:
La ciudadanía democrática. La educación para la
democracia nos permite analizar qué democracia es la que deseamos para la
ciudadanía y reflexionar sobre si debemos, y cómo, reinventar la democracia día
a día. En esta ciudadanía, la cultura de la paz, la justicia social en un
proceso democrático, la formación cívica o el pluralismo serán fundamentales en
esa constante recreación de la democracia.
La ciudadanía social.
La educación para la solidaridad nos permite, en este mundo lleno de exclusión
social y discriminación, intentar crear una nueva conciencia social de los
ciudadanos y ciudadanas donde tenga cabida una diversidad del “nosotros”. No se trata únicamente de introducir
elementos curriculares sobre la base de discursos retóricos si no de incorporar
el compromiso, de la educación y de aquellos que la protagonizan en las escuelas
públicas, de luchar contra la pobreza, contra la exclusión social, contra todo
tipo de discriminación y a favor de la comunicación entre las identidades.
Educar es comunicar. Hay que desarrollar mecanismos de comunicación que
permitan construir nuevos imaginarios sociales que ayuden a una mayor
participación, trabajo y proyectos en común entre las personas.
La ciudadanía
paritaria. La educación para la igualdad. Es la creación de una realidad que se
vive con el otro y que permite a todo ciudadano o ciudadana luchar contra la
desigualdad, y a intervenir para que no se produzca. Es por supuesto el derecho
de todos a acceder a la cultura, a la educación, a llevar una vida mejor.
La
ciudadanía intercultural. La educación intercultural es la convivencia en
cualquier tipo de diversidad. Hoy día existen múltiples figuras de la
diversidad muchas de ellas, son
incomprendidas en la actual estructura social. El respeto a la identidad en la
diversidad, la confluencia de diferencias y el diálogo constructivo entre
culturas para conseguir unos derechos colectivos para todos, y no sólo de una
minoría o mayoría étnica, de sexo, de religión, etc. Desarrollar, desde la
diversidad individual y social, una visión pluralista, una expresión de
particularidades y diferencias, requiere del trabajo educativo.
La ciudadanía
ambiental. La educación ambiental es necesaria en un planeta donde no ha habido
respeto por la naturaleza. La humanidad, a través de todos los medios, necesita
reencontrarse con la naturaleza, crear una nueva ética de relación con ella.
La educación puede ser muy útil en la
lucha por el desarrollo sostenible.
Todo ello nos ha de
llevar a una nueva ética de la comunicación y el diálogo entendido éste como el
reconocimiento del otro, y a un redimensionamiento o reconfiguración de la
educación mediante proyectos comunes alternativos donde todos los protagonistas
de la educación tengan experiencias democráticas, de autoreflexión y de
autoestima.
Y para desarrollar todo ello el Estado debe hacer muchas
cosas como garante de lo público y no
únicamente defender estos y otros principios que seguro que me olvido sino
también debería invertir más en la
educación pública ya que es el futuro de las naciones, de los ciudadanos
responsables y de educar a todo un pueblo en la participación y el respeto a
los demás. Tenemos la obligación de continuar
trabajando y luchando por la
permanencia de la educación pública como el Sistema Educativo que garantiza el
derecho de la educación de todos y todas, que cubre las necesidades de la población con eficacia y calidad para
que todos puedan recibir el máximo de
oportunidades en todas las facetas de su vida. O sea una educación y una escuela
pública que defienda y luche por una verdadera democracia participativa.
Bibliografía y referencias bibliográficas
M. W. Apple (2002), Educar “como Dios Manda. Mercados, niveles, religión
y desigualdad. Paidós: Barcelona.
Arendt, H. (1997), ¿Qué es política? Barcelona. Paidós.
Delors, J. (coord.) (1996): La
educación encierra un tesoro. Comisión Internacional sobre la Educación para el
Siglo XXI. Madrid. Santillana/Unesco.
Freire, P. (1993), Pedagogía de la
esperanza. México: Siglo XXI.
Lefebvre, H. (1968), El derecho a la ciudad. Barcelona. Península.
Naranjo, G. (1998), Formación de ciudad y conformación de ciudadanía.
Ponencia presentada al seminario Internacional sobre sistematización de
prácticas de animación sociocultural y participación ciudadana. CEAAL/Fundación
Universitaria Luís Amigó. Medellín. Agosto.
[1] Entendemos como neoliberalismo la
ideología conservadora que basa sus políticas en una racionalidad económica,
primando lo privado como bueno delante de lo público que es visto como malo y
con una concepción de la persona como capital humano (para ampliar ver Apple,
2002).
[2] El
neoconservadurismo añora el pasado e intenta retornar a políticas y prácticas
educativas anteriores con la excusa de una mayor exigencia y nivel académico (ver
Apple, 2002).
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