Viniendo de donde venimos, es cierto que tenemos más ciudadanos que antes
que están más años estudiando (una vida escolar de 17,2) han finalizado la
Enseñanza Obligatoria a pesar del abandono ya que estamos a menos 17 de
promedio con los países de la OCDE, ha aumentado la escuela infantil y se ha disparado la educación superior
(quizá excesivamente). .
Pero hay dos aspectos que deberán ser motivos de reflexión: uno la relación
entre sociedad-educación y la segunda el profesorado.
Tenemos la evidencia que cuánto más nivel educativo menos desempleo (aunque
sea no en lo estudiado y de contrato basura) y más salario. Y la parte más
interesante de este punto es que invertir en educación se transforma a medio y
largo plazo en mayores beneficios para el individuo y la sociedad ya que se
asocia positivamente la relación entre educación, salud, compromiso social y
cívico, aspectos fundamentales para la convivencia en un país.
El profesorado cobra más que la mayoría de países aunque le cueste más años
ganarse ese salario máximo, tiene menos alumnos por clase (en la pública),
también trabaja más horas (eso puede tener muchas lecturas) y en correspondencia, los alumnos tienen más horas lectivas.
Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué esa sensación de desastre, de
fracaso y de quejas del profesorado? Es posible que nuestro país tenga muchos
estudiantes que no leen, que son vulnerables
al fracaso ya que el nivel familiar educativo es bajo, hay una emigración del
9,5% (distribuida de diferente forma), y lo más importante muchos estudiantes
tiene una relación negativa en la escuela y con el profesorado.
Por tanto no es
la cantidad, aunque la inversión es necesaria, sino la calidad. No es de recibo recortar
profesores, material, presupuestos, etc., pero aunque fuera necesario por la
crisis, se debería centrar el debate en qué estamos enseñando para el alumnado
del siglo XXI. Qué modificaciones curriculares, pedagógicas u organizativas
tenemos que realizar para esa inversión entre educación y bienestar individual
y social. Si no estamos tan mal,
pensemos que algo está fallando y en primer lugar están fallando las decisiones
políticas. Se yerra el tiro
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