1918-2018. Cien años de la metodología de proyectos
Francesc Imbernon
Celebramos este año el centenario de la
creación de la metodología de proyectos. Seguro que muchas personas
dedicadas a la educación lo saben, pero también otros piensan que es una
metodología de hace poco. En los últimos años ha pasado a ser la
metodología estrella en muchas escuelas. Y con razón.Trabajando, años más tarde, en la Universidad de Chicago, tuvo a John Dewey como profesor y se unió a su filosofía pragmática y a sus concepciones sobre la experiencia. Pasaría a ser uno de sus mejores discípulos. Bajo la influencia de John Dewey escribió un artículo en 1918 de 18 páginas que tenía como título el método de proyectos1. Y aquí empezó todo.
En este documento presenta formalmente su teoría sobre la Metodología de Proyectos. El método se fundamenta en la creencia que los intereses de los niños y jóvenes tienen que ser la base para realizar proyectos de investigación, de indagación, y estos tienen que ser el centro de proceso de aprendizaje.
Afirma que el aprendizaje se vuelve más relevante y significativo si parte del interés del estudiante y que hay cuatro fases en la elaboración de un proyecto: La propuesta (ver y explicar el problema) que sale de los intereses personales del alumnado, la planificación (definir y formular el proyecto con sus pasos), la elaboración (ejecutarlo, en el tiempo previsto) y la evaluación (evaluar sus resultados y/o efectos posteriores). Y es el grupo de estudiantes quién tiene que llevar a cabo estas cuatro fases y no el profesorado. El método tiene que respetar la individualidad de sus estudiantes, sin descuidar los intereses del grupo.
Kilpatrick profundiza en la idea que no tendría que existir separación entre el alumnado y el profesorado, y que el alumnado tiene que saber que el profesor/a defiende sus intereses, porque el profesorado influye en las esperanzas, sueños, actitudes y perspectivas de su alumnado y, por lo tanto, en el futuro de la sociedad en la cual viven todos.
La metodología de proyectos, según este autor de hace cien años, espera lo mejor de sus alumnos, los trata como personas, celebra sus logros y respeta sus intereses, a la vez que trabaja a partir de sus experiencias y las amplía. Y todo esto rodeado de un sólido compromiso con los valores y principios democráticos de la educación. Una democracia que se entiende como una manera de vida, un tipo y una calidad de relaciones en el marco de las cuales unos principios morales sensibles afirman el derecho de controlar la conducta individual y del grupo.
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La metodología desarrolla la cooperación y este proceso permite que los estudiantes modelen su conducta, valoren la busca del consenso y sepan apreciar el trabajo conjunto.
Pero también nos avisa de los peligros como el largo tiempo que se aplica, la búsqueda de información que, a veces, se hace pesada, no tener claro los objetivos y las dificultades que pueden aparecer con actitudes individualistas.
Y también implica un trabajo riguroso del profesorado con guías de trabajo en algunas áreas para respetar el desarrollo individual y grupal de cada alumno, eI diseño de materiales y procesos de investigación. Así como la agrupación de varias disciplinas en áreas de trabajo para ser tratadas de forma integrada.
Aunque es verdad que se ha publicado sobre esta metodología y su autor, y se va adaptando necesariamente a nuestra época -hace tiempo que se hacen publicaciones sobre la metodología y su aplicación-, creo que después de cien años bien se merece un homenaje por su primera y gran aportación, a veces olvidada, en la educación actual.
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