Un mal llamado MIR para el profesorado
Hace tiempo, desde varias iniciativas, se habla de un periodo de inducción
profesional del profesorado (ver https://porotrapoliticaeducativa.org/), o propuestas de las Islas Baleares (http://diari.uib.cat/digitalassets/329/329375_1-dossier.pdfo) o del Programa MIF catalán (http://mif.cat/docsmif4/) aunque en la propuesta catalana se habla
de prácticum residente y no, como tendría que ser, sino de inducción
profesional puesto que la inducción no son unas prácticas docentes, ya que es
muy peligroso denominarlo así, sino es mucho más. Y es verdad que muchos países
lo tienen y ha sido una vieja reivindicación de los informes internacionales y
de muchas propuestas de la mejora de la formación inicial del profesorado.
Todas estas propuestas platean un periodo de inducción profesional para el
profesorado no universitario (más allá, se supone, que el periodo de prácticas
posterior a la oposición). Decimos inducción profesional y, no MIR cómo se
llama en los médicos, puesto que esta es la denominación que se utiliza hace
muchos años en la formación del profesorado. Y ahora lo proponen sectores
conservadores y el partido del gobierno central y hemos de analizar por qué
sale esta propuesta ahora cuando se está hablando del pacto educativo, ya que
con la bajada presupuestaria aplicada a la formación del profesorado casi sería
imposible llevarlo a cabo al menos que en esta propuesta de MIR conservador
haya ahorro económico o gato escondido.
El argumento que se usa para establecer un periodo de inducción profesional
del magisterio, a nivel internacional y con el conocimiento que tenemos sobre
la formación, es que hace tiempo que sabemos que el profesorado hace un
aprendizaje real a la práctica de su trabajo cuando trabaja con el alumnado y
en las escuelas. Una mejor profesionalización docente tiene que tener en cuenta
cómo se realiza la inmersión en la profesión. Y aquí aparece un periodo de
inducción profesional de un año (la propuesta que ha salido es de dos años que
puede ser excesivo y no realista) en centros seleccionados y acreditados
(escuelas innovadoras ya que si no se hace así no servirá de nada). Esta
inducción profesional tendría que centrarse en una formación práctica con
tutores o tutoras seleccionados en las escuelas que apoyen e introduzcan en el
futuro profesor o profesora en esa práctica en colaboración con el profesorado
de la Universidad (mentores). Es importante valorar la experiencia docente y
convertirla en una oportunidad de aprender porque son muy importantes las
primeras incursiones en la práctica evitando el sueños rotos o el choque de la
realidad entre lo que se ha estudiado y la práctica.
Y se habría de analizar cómo se evalúa esta fase de inmersión del
profesorado novel en la práctica para ver la sensibilidad y las actitudes necesarias
para desarrollarse con el alumnado y también el aprendizaje de experiencias
educativas.
Una propuesta como esta se ha de meditar bien, sin precipitaciones, y
consensuarla con las organizaciones educativas. El papel y los discursos lo
aguantan todo pero la realidad educativa es más cruda que una simple propuesta.
Tenemos que prestar atención a las propuestas. No puede ser que para ser
profesor o profesora se esté 6 años (o 7 si tienes que hacer un máster para
acceder) y después si uno quiere acceder a la función pública tenga que pasar
una oposición y volver a hacer prácticas. Una alternativa seria, como otros
países, hacer un máster (que ya existe a secundaría y estudiar su cambio) y
aprovechar las prácticas del Grado y del máster para hacer la inducción
profesional. O estudiar varias propuestas que sean viables y en beneficio de
los futuros maestros.
Toda alternativa o puesta en práctica de inducción profesional tendría que
tener en cuenta que los periodos de inducción tienen nómina (o al menos alguna compensación
económica) y reducción de jornada tanto para los noveles cómo para los tutores
de las escuelas. Y establecer buenos mecanismos de comunicación entre
escuelas-universidades. No se puede organizar un periodo de inducción profesional
sin financiación y una práctica profesional no remunerada posibilitando la
eliminación de interinos y sustitutos. Y también sería necesario modificar las
pruebas de oposición.
A veces es fácil hacer propuestas políticas de cara a la galería o del
electorado pero cuando se trata de educación y formación sobran veleidades y las
medidas tienen que ser muy meditadas, con cautela, consensuadas y en beneficio
del profesorado. Y esto necesita una propuesta rigurosa de inducción
profesional.
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