El necesario cambio de la profesión docente en el contexto actual
Diario de la Educación del 3/10/2016. http://eldiariodelaeducacion.com/2016/10/03/necesario-cambio-la-profesion-docente-contexto-actual/
Durante
las últimas décadas se han construido discursos sobre las finalidades de
la educación unidas al bienestar laboral y al fortalecimiento
socio-económico de los países. Ello ha ocasionado una demanda de un
marco profesional docente adaptado y postrado a una sociedad competitiva
y consumista, donde el coste-beneficio y la ideología individualista
están por encima de otras finalidades. La información y la formación son
una mercancía preparada para consumir y los conocimientos sirven para
la acreditación y la meritocracia.
En este sentido se
hacen propuestas en torno a la profesión docente basadas en el control
de las evaluaciones, incentivos profesionales, currículos estandarizados
y modelos de gestión tecnocráticos. Se vuelve a un profesional que sea
mero ejecutor de las directrices emanadas de las administraciones y
transmisor de conocimientos, con una escasa profesionalidad y poco poder
de decisión en educación.
Los propios informes
de la Unión Europa y de la OCDE reiteran que “si los alumnos no tienen
buenos resultados es porque el profesorado no está bien preparado”, o
sea, bien formado, desplazando la responsabilidad de los contextos
sociales y económicos, de la procedencia del alumnado y de las propias
políticas educativas. Convierten con ello a la formación del profesorado
en un incentivo para la carrera docente y la unen a la evaluación y al
desempeño del alumnado, responsabilizando indebidamente al profesorado
de los resultados del sistema educativo y de la desigualdad social.
La profesión docente
está siendo orientada hacia la reducción de la formación permanente, la
discrecionalidad en la forma de contratación del profesorado y en una
gestión gerencialista, como propone la LOMCE y el estatuto docente del
Partido Popular, y todo ello supone una precarización del profesorado en
las relaciones con su trabajo que no aseguran los mismos derechos ni
garantías, no solo en cuanto a la estabilidad, sino a la falta de
autonomía, pues refuerza las relaciones jerárquicas y abre un espacio a
la arbitrariedad en el acceso a la profesión docente.
La autonomía en
educación, siempre se ha reivindicado como potenciadora de la innovación
educativa y de la libertad para tomar decisiones sobre la gestión de
la escuela y una de las claves para que se produzca cambio educativo.
Las políticas neoconservadoras ponen grilletes al ejercicio de la
autonomía proletarizando y desprofesionalizando el ejercicio docente
para ejercer un control más eficaz sobre la educación.
La autonomía
educativa que se reivindica ha de proporcionar espacios de poder a los
territorios, centros escolares y profesorado para decidir sobre normas y
órganos de gestión propios y para organizar sus enseñanzas, de modo que
su oferta educativa se pueda ajustar al máximo a las demandas,
características y necesidades de su alumnado y de su contexto.
Ante este tipo de
políticas que devalúan la profesión docente, la regulación de sus
derechos debe estar garantizada, sabiendo que su estabilidad, autonomía,
formación y consideración garantizan la calidad de la educación. Y, por
tanto, es necesario un estatuto de la profesión docente, pendiente
desde hace mucho tiempo.
Este estatuto debe
regular las normas correspondientes al trabajo docente, al ingreso en la
docencia, la permanencia y estabilidad en los puestos de trabajo, la
movilidad interna, el desempeño de determinados puestos profesionales…
Debe desarrollar la planificación de la formación del profesorado, en un
proceso continuo y dinámico en el que se va configurando el profesional
docente que abarca: la formación inicial y permanente, el acceso a la
función docente, las condiciones de trabajo y la carrera docente. Y por
supuesto, su elaboración debe contar con la participación del
profesorado y los representantes sindicales y tener como objetivo la
regulación de sus derechos y obligaciones, en lugar de volcarse hacia
medidas sobre la eficacia y el control.
El acceso a la
función docente, la formación del profesorado y la carrera docente son
temas de debate en nuestro país a partir de los cuales nos gustaría
introducir una serie de consideraciones:
Acceso a la función docente
Es necesario que los
que acceden a estudiar para ser profesores y profesoras sean personas
que tengan unas cualidades determinadas. No únicamente las notas
académicas -que no negamos que tengan un valor, pero un cierto y
relativo valor- deben ser la clave para el acceso. Hay que tener otras
aptitudes como la empatía, la capacidad de trabajar en equipo, la de
comunicación, las habilidades para las relaciones interpersonales; por
no entrar en el terreno de las emociones: como saber devolver los
sentimientos a las personas que te rodean. Y una determinada
predisposición hacia la enseñanza y la comprensión del mundo. Como han
ido repitiendo muchos informes, la formación inicial de los docentes
sigue siendo uno de los factores críticos en el momento de analizar la
relación entre calidad de la educación y desempeño profesional del
profesorado.
Y posterior a esa
formación inicial, un periodo de inducción a la práctica profesional. En
el debate actual existe una considerable distancia entre las propuestas
que realizan diferentes partidos políticos sobre lo que significa lo
que se ha venido a llamar el MIR educativo o sea el acceso a la
profesión después de los estudios de profesorado.
Desde hace años,
muchos países realizan, en el acceso a la profesión, prácticas de
iniciación profesional, con conocimientos prácticos y profesionales, con
un tiempo de prácticas
reales que supone unos primeros años de trabajo sin la condición de
profesor/a definitivo. Es una fase de inmersión en la función docente, a
través de contextos prácticos tutelados, con responsabilidades docentes
progresivas y evaluando su actuación, que requiere conocimientos
específicos, didácticos y prácticos.
Las condiciones en
que se desarrolla esta fase de transición entre la formación inicial y
el mundo del trabajo educativo son fundamentales para su éxito. En otros
países, supone una duración entre uno y tres años, con una disminución
de la jornada laboral para quienes tutelan las prácticas, y retribución
económica para tutores y alumnado en algunos países. Requiere una
evaluación para certificar el dominio de la profesión y una formación en
la que se integren saberes entre los centros educativos y las
universidades.
Diferenciación entre formación y carrera docente
Todos los marcos
actuales regulatorios sobre la carrera docente están vinculados a la
formación y son mucho más detallados y prescriptivos cuando se trata de
regular el ascenso. Esto puede provocar que la formación permanente se
termine enfocando de forma credencialista, sin mayor atención a sus
contenidos o a los efectos de dicha formación, como ha ocurrido con los
sexenios regulados en nuestra legislación, en los que solo ha importado
el número de horas cursadas o actividades reconocidas realizadas. Por
ello, nuestra primera propuesta es no vincular toda la formación
permanente a la carrera docente y desarrollar una formación sin
estimular el credencialismo, sino más bien dirigida a actualizar y
mejorar la calidad del trabajo docente.
La formación
permanente debe ser una parte consustancial de la función docente y un
requisito generalizado y no una forma de obtención de méritos. La
formación es un derecho y un deber para conseguir un desarrollo
profesional docente, ofreciendo las facilidades y oportunidades
necesarias para su realización. Por supuesto, dentro del tiempo del
trabajo del profesorado y con alicientes para su realización, como la
gratuidad para la realización de estudios superiores, años sabáticos
para formación, facilitar el desarrollo de proyectos de investigación o
innovación, etc.
El estatuto docente
Realizar un estatuto que se base únicamente en la carrera tiene varios inconvenientes:
1. Las carreras
permiten premiar al docente con puestos de trabajo que lo alejan del
aula. Suelen remunerar los puestos de trabajo y no a las personas o la
actividades que estas desarrollan.
2. La principal diferencia dentro de un mismo cargo es la diferencia salarial por antigüedad en la docencia.
La carrera docente
tampoco debe unirse a políticas estrictas de ascenso de un cuerpo a
otro, pues este mecanismo de promoción tiene otros alicientes y otras
motivaciones. Además es en los niveles de enseñanza obligatoria donde
hay que primar a los mejores profesores y profesoras porque son los que
necesitan docentes con una mayor competencia y compromiso con la
enseñanza.
Un estatuto docente
debería desarrollar un conjunto de estímulos y desafíos que construyan
un entorno personal y profesional que sea atractivo para quien se
interese por la educación y se plantee como reto su desarrollo
profesional. Podría ser por ejemplo, la elaboración o participación en
un proyecto de innovación a realizar en una escuela, su desarrollo y su
puesta en marcha; la identificación de campos problemáticos en la
institución escolar y la construcción de dispositivos que favorezcan
soluciones; la participación en el desarrollo curricular y la
construcción de materiales escolares; planes de mejora profesional y
experimentación de propuestas de innovación; sistemas de mentoría en el
acompañamiento de profesorado novel y en formación, etc.
Para ello tenemos
que partir de nuevas políticas educativas, de acuerdos y sobre todo de
la confianza en los docentes y en su trabajo y dotarlos de una mayor
autonomía, una mejor formación y un mayor apoyo institucional para el
desarrollo de su trabajo.
Francisco Imbernón, Universitat de Barcelona
Ambos son miembros del Foro de Sevilla.
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