dimarts, 24 de desembre del 2013

No es la ley educativa, es la desigualdad y la historia

A pesar del alarmismo mediático, o de la reacción del Gobierno, la educación en España no es ni mucho menos catastrófica
Por mucho que insistan el Gobierno o algunos tertulianos, no hay un solo dato en PISA que justifique ni la ley Wert ni el alarmismo con el que se ha recibido este informe en los medios. Por mucho que lo repitan algunos desinformados, nuestros resultados en PISA no son culpa de la ley educativa ni de la falta de disciplina en la escuela ni de la LOGSE ni de la LOCE ni de las autonomías. La gran lección de este examen es que los factores que explican la distancia entre la educación en España y la del resto del mundo desarrollado son otros dos, muy distintos: la desigualdad económica y el pasado.

La desigualdad

La propia OCDE lo recalca: hay una relación directa entre el nivel sociocultural de las familias –entre los ingresos y el nivel educativo de los padres– y el desempeño de los hijos en el colegio. Es el factor que más afecta a la educación, con mucha diferencia. La distancia entre los alumnos ricos y pobres es, en este último informe, de 35 puntos; mucho más de lo que nos separa de la media de los países desarrollados (entre 5 y 10 puntos). No es porque los hijos de familias bien sean más listos, como en tiempos argumentaba Fraga: es que la educación empieza en casa, y hay muchas casas en España donde los padres no pudieron estudiar, apenas hay libros en el salón y los pocos que hay están clasificados por colores, para hacer más bonito.

La diferencia entre estudiantes ricos y pobres es evidente en el informe PISA: se ve en una misma ciudad, por barrios, y también entre las distintas comunidades autónomas. Mientras las zonas ricas del país –Navarra, Madrid o Euskadi– obtienen notas muy por encima de la media de la OCDE, en las pobres –Andalucía o Extemadura– el resultado es mediocre. Todas ellas tienen la misma ley, así que es obvio que el factor más determinante no es el modelo educativo, que es el mismo para todas las autonomías.
 

Renta pér capita y resultados PISA 2012. El gráfico es de Manuel Illueca.

La desigualdad en el sistema educativo español ha empeorado. En el anterior informe, hace tres años, España era uno de los países del mundo con más equidad en su sistema educativo y eso se ha perdido. Los motivos parecen obvios: además de la crisis, que ha disparado la desigualdad económica, los recortes en Educación también van por barrios y afectan mucho más a los que menos tienen.

El pasado

Además de la desigualdad, otro factor que explica la distancia entre España y el resto de la OCDE es la historia. Muchos piensan en el informe PISA como en la Fórmula 1. Ordenamos a los países como si fuese una competición deportiva, cuando los avances en la educación más bien se parecen a los movimientos de las placas tectónicas. Son lentos, a lo largo de las generaciones, y por eso el retraso en la educación de un país tarda décadas en solucionarse. Los viejos errores se notan durante siglos. Hay un investigador sueco, Bo Rothstein, que ha encontrado una relación bastante directa entre el nivel de corrupción de un país en el año 2010 y su nivel educativo en 1870.

El pasado es determinante y España viene de donde viene: de un siglo XIX para olvidar, y de un siglo XX marcado por la Guerra Civil y la dictadura. A veces se nos olvida, pero hace apenas tres décadas España aún tenía problemas de analfabetismo que en el resto de Europa ya estaban resueltos desde hace un siglo.
De hecho, si se amplía el foco y se mira la evolución de la educación, el modelo español ha sido un éxito. España es, junto a Corea del Sur e Irlanda, el país que más ha mejorado su nivel educativo durante los últimos cincuenta años. Y a pesar del alarmismo mediático, o de la reacción del ministro Wert, la educación en España no es ni mucho menos catastrófica. PISA también demuestra el bajísimo nivel en estadística de algunos de nuestros tertulianos y políticos. La distancia con la media de la OCDE es de entre cinco o diez puntos en una escala de 500: entre el 1% y el 2%. España está prácticamente en la media de la UE y en el bloque de los países desarrollados. Aparte de PISA, no hay muchos más indicadores culturales o económicos donde España esté en un nivel similar al de Suecia, Francia o Estados Unidos.
Si se comparan los datos de  analfabetismo en 1860 con los últimos resultados de PISA por autonomías –como hace el sociólogo José Saturnino Martínez García en este excelente análisis–, se entiende mucho mejor el peso de la historia. El gráfico es bastante claro: las comunidades con más problemas de analfabetismo en 1860 son hoy las que peor salen en PISA.
¿La causa de ese subdesarrollo de Extremadura y Andalucía? Como explica Martínez García, una estructura social y de propiedad creada alrededor del latifundio, donde gran parte de la población eran jornaleros sin tierra; mano de obra casi esclava sin acceso a la educación más básica. En algunas de esas regiones que estaban a la cola el siglo pasado, como Baleares, la economía ha mejorado mucho, pero las viejas heridas aún se notan. Hoy, gracias al turismo, Baleares es una de las regiones más ricas de España, pero su nivel educativo sigue atrasado respecto a la media española. Es más difícil salir del subdesarrollo educativo que del económico.
Por supuesto, no todo es achacable a la desigualdad económica y la historia. Claro que hay margen para la mejora y es preocupante lo estancados que están los resultados españoles durante los últimos diez años, desde que PISA existe. Además del peligroso aumento en desigualdad, los verdaderos puntos negros de nuestro modelo son el fracaso escolar, la evaluación de los centros y su falta de autonomía. Pero la solución a estos problemas no es tan simple como trasplantar el modelo educativo de los países que lideran PISA, como los asiáticos. Curiosamente, los niños asiáticos consiguen buenos resultados incluso cuando estudian en Alemania o Estados Unidos. De nuevo queda claro que el factor más determinante es la herencia cultural, no el modelo educativo.
Por eso son tan tramposos los argumentos del ministro Wert y de la vicepresidenta Santamaría cuando buscan en PISA la excusa para justificar su reforma educativa. Nuestra educación no va a mejorar porque el Gobierno recorte las becas, desvíe aún más dinero público hacia la educación religiosa, reduzca el número de profesores, deje sin fondos a las bibliotecas o penalice fiscalmente la inversión en cultura. Al contrario. Los recortes que ha aprobado el Gobierno con la excusa de la excelencia y la austeridad van a  empeorar la educación. Todos estos tijeretazos caen siempre del mismo lado: aumentan la desigualdad y reducen las oportunidades educativas de las familias con menos ingresos. Van a agravar el problema, en vez de solucionarlo.

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