dimecres, 8 de febrer del 2012

El desconcierto de un informe

Esta semana ha aparecido el informe Panorama de la educación. Indicadores de la OCDE 2011, analizado por el Instituto de Evaluación del Ministerio de Educación y donde aparecen datos del año académico 2008-2009 y se ofrece información comparativa con los países de la OCDE y la UE.
Lo primero que se constata es que los datos no son muy diferentes a los años anteriores, quizá este curso ha llamado más la atención mediática por los recortes en la enseñanza de algunas autonomías y las quejas del profesorado.
La lectura del informe es, por una parte, tranquilizadora (no vamos tan mal) y por otra desconcertante (¿cómo es posible?).
Viniendo de donde venimos, es cierto que tenemos más ciudadanos que antes que están más años estudiando (una vida escolar de 17,2) y que han finalizado la Enseñanza Obligatoria a pesar del abandono, ha aumentado la escuela infantil y se ha disparado la educación superior (quizá excesivamente). Y otros datos positivos que analiza el informe. Aunque se ha de recordar que los datos son de 2008, antes de los recortes que se están haciendo en educación; por ejemplo, es cierto que el gasto público en educación aumentó hasta el 2008 pero ha caído en picado actualmente y aún más si comparamos las diversas autonomías.
Pero hay dos aspectos que deberán ser motivos de reflexión: uno es la relación entre sociedad y educación y la segunda, el profesorado.
Respecto a la primera, el informe remarca la evidencia de que cuánto más nivel educativo, menos desempleo (aunque sea no en lo estudiado y de contrato basura) y más salario. Y la parte más interesante de este punto es que invertir en educación se transforma a medio y largo plazo en mayores beneficios para el individuo y la sociedad, ya que se asocia positivamente la relación entre educación, salud, compromiso social y cívico, aspectos fundamentales para la convivencia en un país.
Respecto al segundo punto de reflexión, el profesorado, parece que los cantos de sirena del informe hacen que no se oiga más que ruido. El profesorado cobra más que la mayoría de países aunque le cueste más años ganarse ese salario máximo, tiene menos alumnos por clase (en la pública), también trabaja más horas (eso puede tener muchas lecturas) y, en correspondencia, los alumnos tienen más horas lectivas.
Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué esa sensación de desastre, de fracaso y de quejas del profesorado? Primero constatamos en la lectura del informe que es posible que nuestro país tenga muchos estudiantes que no leen, que son vulnerables al fracaso ya que el nivel familiar educativo es bajo, hay una emigración del 9,5% (distribuida de diferente forma) y, lo más importante, muchos estudiantes tiene una relación negativa en la escuela y con el profesorado.
Por tanto, no es la cantidad, aunque la inversión es necesaria, sino la calidad. Como queda patente en el informe, no es de recibo recortar profesores, material, presupuestos, etcétera, pero aunque fuera necesario por la crisis, se debería centrar el debate en qué estamos enseñando al alumnado del siglo XXI. Qué modificaciones curriculares, pedagógicas u organizativas tenemos que realizar para que esa inversión en educación se convierta en una mejora social. Si no estamos tan mal, pensemos que algo está fallando y en primer lugar están fallando las decisiones políticas. Se yerra el tiro.

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